Sea
porque fuera verdad o porque querían encomiar sus méritos, los antiguos griegos
pensaban que algunos héroes estaban protegidos por los dioses. Al observar su trayectoria
de los últimos años, está claro que, además de sus méritos, las estrellas del
cielo están de su parte. Pero los desafíos que aparecen en el horizonte son
formidables. Nadie puede asegurar hoy que un líder, por muy bendecido que esté
por el saber o la suerte, acierte a manejar las riendas del destino.
La situación en España y en Europa es muy grave.
Por este motivo, contemplar el escaño del líder de la oposición vacío en los últimos
debates del Congreso produce dolor democrático. Es preciso que el Partido
Popular, alternativa de Gobierno, ofrezca una voz informada y potente
frente a los problemas que nos acechan. El día de la elección de Alberto Núñez
Feijóo como candidato a presidente del partido, usted dijo que debería “unir de
izquierda a derecha a los ciudadanos y realizar las reformas que necesita
nuestro país”. Tal anhelo de llegar a todo el espectro político inspiró la
propuesta que usted presentó a la Comunidad de Madrid, y que recibió un amplio apoyo.
Con esa misma vocación transversal, permita
que haga una reflexión sobre el futuro. La izquierda
pone normalmente el acento en aumentar el gasto público y para ello sube los impuestos,
mientras que la derecha contiene ese gasto y tiende a bajar los impuestos. José
María Aznar, por ejemplo, comenzó su etapa con un 42,8% del PIB de gasto
público en 1996, y terminó con un 38,8% en 2004, según datos de la OCDE. Esto sucede
en condiciones normales. Sin embargo, ahora estamos viviendo una situación de emergencia.
Aunque la voluntad del PP sea reducir los impuestos, es muy difícil hacer otro tanto en el
plano nacional.
Para mantener el gasto público (pensiones,
sueldos de los funcionarios, sanidad, educación, protección social, etc.), los
gobiernos tienen dos caminos, como usted bien sabe: recurrir a ingresos fiscales o
endeudarse. Como subir los impuestos es impopular, resulta más fácil y rápido
usar la vía del déficit y la deuda. Para superar la crisis de 2008, España aumento
su deuda del 36% del PIB ese año al 99% en 2018, y este aumento se hizo con Zapatero y con Rajoy. Sin
haber superado todavía ese enorme peso de la deuda, la pandemia obligó a acudir de nuevo al
préstamo (con ayuda de la Unión Europea) hasta llegar al 122% actual.
Desde un nivel de deuda tan elevado, la UE
reclama reducir el déficit. Las autoridades financieras han comenzado a cerrar
el grifo de la liquidez y reclaman planes para encauzar la deuda los próximos
años. El crecimiento económico es incierto debido a la inflación y a los
efectos de la guerra en Ucrania. Al mismo tiempo, la sociedad española se ha acostumbrado
a un gasto público abultado y un nivel europeo de bienestar, por lo que acepta
mal la subida exagerada de precios, como están demostrando las protestas en la
calle de estos días, y sufriría con una nueva recesión.
Ante este panorama, resulta inviable bajar
los impuestos, como anuncia el PP, porque son necesarios para mantener un Estado funcional y la paz social, y también para sostener la enorme deuda acumulada. El
futuro está lleno de incertidumbres, y hay escenarios sombríos. Podría ocurrir incluso que, a pesar
del rechazo social que generan estas medidas, tengamos que reducir el gasto
social, los sueldos públicos y las pensiones y, al mismo tiempo, subir los
impuestos. Por supuesto, todo esto enfadaría al electorado, y las protestas que vemos ahora podrían multiplicarse. Todos los partidos aspiran a gobernar, pero la etapa que viene puede ser especialmente complicada de gestionar.
Si el Partido Popular gana las próximas
elecciones, tendrá una
tarea inmensa por delante. La mejor forma de abordarla consiste en mostrar
sentido de Estado y hacer pedagogía ante los ciudadanos. El actual Gobierno ha
hecho creer que todos los problemas se arreglan con dinero y ayudas públicas (que no tiene), sin
atender a la gestión responsable de los presupuestos y sin explicar que ese
dinero viene de un endeudamiento que tendremos que pagar, y que se proyecta sobre las futuras generaciones. El nuevo Gobierno deberá
insistir en que los esfuerzos que, sin duda, estaremos obligados a hacer vienen
obligados por el dispendio anterior de políticas que ignoraron la sostenibilidad del
gasto.
Con la pedagogía necesaria, el futuro Gobierno tendrá que reclamar el esfuerzo de todos, actores públicos y privados, de las más diversas ideologías, con el enfoque transversal que usted mantiene. Hay grandes reformas pendientes, como la educación, la cohesión territorial, la transformación digital, la innovación, y la defensa del medio ambiente. Necesitamos contar con la iniciativa privada y también con unas cuentas públicas más saneadas. Para ello, recabar ingresos fiscales suficientes no es de izquierdas o de derechas sino simplemente necesario, como muestra la experiencia de los países más avanzados. En España la presión fiscal era del 35,4 en 2019, mientras que se situaba en el 41,6 en la Eurozona, según Eurostat. Hay que recordar que ese mismo índice subió 2,9 durante los mandatos de Aznar y 3,3 en los de Rajoy, que también tuvieron que hacer de la necesidad virtud.
Estoy convencido de que los políticos que
sepan decir la verdad y tratar a los electores como adultos tienen las de
ganar. Prometer falsos paraísos en un momento tan grave no es creíble y conduce
a la frustración. Hay que explicar que la confluencia de circunstancias
internacionales adversas y la mala gestión del actual Gobierno ha llevado al país a
una situación complicada. No obstante, trabajando juntos, buscando el consenso de derecha a izquierda, es posible hacer una
España consciente de las dificultades pero capaz de creer en el futuro. Lo ideal sería explicar todo esto con la ayuda de los dioses del Olimpo, y una gran sonrisa.
Cordialmente, Martín Ortega Carcelén.
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