miércoles, 11 de junio de 2025

AYUSO, FEIJÓO Y SÁNCHEZ


Estamos ante una grave situación política causada por el Gobierno de Pedro Sánchez. La amnistía para llegar al poder supuso un atentado al Estado de Derecho, y así lo está reconociendo la Unión Europea. El caso de Ábalos, número 2 de Sánchez y del PSOE, con indicios de mordidas y de abuso de mujeres, es muy grave. Hay muchos otros casos de corrupción que acorralan al Gobierno.

España necesita un nuevo Gobierno liderado por el PP. El temor que tienen algunos votantes de izquierdas a ese cambio no tiene ningún fundamento. Sánchez y sus ideólogos han demonizado a la oposición, pero eso es contrario a la democracia. Todos los países democráticos necesitan la alternancia, como algo saludable y renovador. En Andalucía y en la Comunidad de Madrid gobierna el PP con un alto grado de satisfacción.

Se hagan cuando se hagan, unas elecciones generales darán lugar a un Gobierno del Partido Popular. La cuestión es: ¿Quién debe pilotar ese cambio? Por un lado, parece que es momento de seguir apostando por Feijóo. Pero, por otro, es preciso contar con el candidato que asegure un Gobierno más fuerte para poner orden y terminar con la corrupción.

Feijóo consiguió ganar las elecciones en 2023, tiene experiencia y es un buen parlamentario. Pero no ha conseguido galvanizar el descontento contra Sánchez, ni ha despegado en las encuestas. Desde el 23J sigue en el 33% mientras el PSOE ha bajado del 31,7 al 29%. Desde las elecciones del 23J hace dos años, Sumar ha caído desde el 12,3% mientras Vox ha subido algo desde ese mismo porcentaje hasta el 14%. El PP debe tomar nota del ascenso de Vox. El siguiente gráfico es del acumulador de encuestas Colmena de datos.


En cuanto a la valoración de Feijóo y de Sánchez, ambos han caído ligeramente desde las elecciones de 2023. Feijóo sigue por encima con un 3,6, pero la debacle de escándalos y corrupción de Sánchez hacía esperar otra diferencia. Esta encuesta es de DYM para 20 Minutos, marzo 2025:

En su 21 Congreso del 4 al 6 de julio, el PP va a ratificar a Feijóo. Pero hay poco entusiasmo en las filas y poco convencimiento entre los electores en general. Es preciso un liderazgo más fuerte y más carismático, que genere ilusión no solo en el PP sino también entre los votantes de centro. El ascenso de Vox muestra que el mensaje del PP debe ser más contundente. El PP debería articular un proyecto atractivo para España, que ponga el acento en la convivencia y el respeto a las normas, que fomente una economía responsable, en el marco de una situación internacional muy complicada.

En mi opinión, el Congreso del PP sería una ocasión idónea para intentar un cambio de guardia consensuado en el que Isabel Díaz Ayuso fuera elegida como la nueva líder del PP. Ayuso ha conseguido dos mayorías absolutas en la Comunidad de Madrid. Es la figura más destacada del Partido Popular, con unas cualidades que pueden arrastrar a muchos votantes en unas elecciones generales. Es una mujer valiente, comunica con fuerza y convence. 


Algunos amigos de otras regiones me dicen que no están de acuerdo, porque tienen una visión distorsionada por los ataques orquestados contra ella. Pero Ayuso ha conseguido el apoyo de todas las capas sociales de Madrid con ideas directas y claras. En una campaña de generales, el resto de España la conocería mejor. Sánchez y sus socios la han atacado y han intentado desprestigiarla. Pero Ayuso ha conseguido desbancar a todo el que ha querido hacerle oposición en Madrid. Ayuso es una política con convicciones, carisma y una fuerza admirable. Por primera vez tendríamos una mujer como Presidenta del Gobierno. ¿Por qué la atacan tanto? Desde el Gobierno de Sánchez saben que es la líder que les puede vencer por goleada y gobernar para todos. 


sábado, 31 de mayo de 2025

El presidente Trump y la paz en Ucrania



Alfa & Omega del periódico ABC publicó esta breve entrevista el 13 de marzo pasado. En la entrevista, respondí a las preguntas que me formuló José Calderero de Aldecoa sobre la complicada cuestión del futuro de la guerra en Ucrania. Por el momento, nadie tiene la solución, pero aquí argumento que sería mejor una paz, aunque no sea satisfactoria para nadie, que continuar una guerra de desgaste dolorosa y destructiva para todos. La entrevista se encuentra en este enlace: https://alfayomega.es/de-la-bronca-oval-al-alto-el-fuego-asi-ha-cambiado-el-curso-de-la-guerra-de-ucrania-con-trump/

La imagen de Zelensky y Trump discutiendo acaloradamente en el Despacho Oval dio la vuelta al mundo. ¿Qué pasó ahí?

La discusión en el Despacho Oval se produjo porque hubo un cambio de tendencia abrupto por parte de Estados Unidos, que dejó a Zelensky descolocado. Esta no era la música que había estado escuchando hasta entonces y por eso reaccionó de una manera un tanto arrogante. Hay que tener en cuenta que la posición de Ucrania es de debilidad en el terreno militar, político y económico. Pero como contaban con el respaldo de Biden y de Europa, Zelensky se pensó que siempre sería así y ahora las cosas han cambiado. El cambio de ritmo le pilló por sorpresa.

¿Qué ha pasado para que en el transcurso de unos pocos días hayan pasado de gritarse a pactar un alto el fuego?

La discusión fue inesperada. Algo único en las relaciones internacionales. Nunca habíamos visto al presidente de un país responder con tanta insolencia al homólogo que más le está ayudando. Fue un shock, pero era lógico que las aguas volvieran pronto a su cauce. Ucrania ha tenido que recapacitar y entender que se tiene que adaptar a la nueva política de Estados Unidos. En este sentido, ha hecho de la necesidad virtud. Aunque en realidad la aceptación de Ucrania de los términos del alto el fuego planteados por EE. UU. se debe a su debilidad. De hecho, si ha podido resistir los ataques de Rusia, frustrar sus planes, es solo porque contaba con los recursos de los americanos y de Europa.

¿Hay intereses estratégicos detrás de este movimiento?

El alto el fuego era absolutamente necesario. Tanto la administración Biden como los europeos se habían metido en un callejón sin salida. Esta es una guerra sin solución, porque ninguno de los contrincantes puede conseguir su objetivo. Ni Rusia puede conquistar y ocupar toda Ucrania, ni Ucrania puede recuperar ahora mismo todo lo que era su territorio inicial, que es un territorio disputado. EE. UU. y Europa tuvieron el mérito de defender a Ucrania, pero la posición llevada hasta el final era imposible de sostener. Al final, el apoyo permanente a Ucrania significaba, como estamos viendo en los últimos meses, un estancamiento de los frentes y una guerra de desgaste. Así, hubiéramos estado dando recursos solo para que los soldados se mataran en el frente, con todo el sufrimiento de la gente que eso conlleva de uno y otro lado, y para favorecer a la industria del armamento. Una guerra así es una sangría para la sociedad internacional y un deterioro moral para todos. Por ello no me parece una buena decisión la que se tomó en Europa y Biden de continuar con el conflicto, y menos aun teniendo en cuenta que la UE tiene como propósito en su tratado fundacional el buscar la paz y la solución de los conflictos. Y, al contrario, la propuesta de un alto el fuego me parece la mejor solución. Trump puede tener malas ideas en otros campos, pero esta no es mala en absoluto.

Todavía falta que Rusia acepte el alto el fuego.

Sí, pero yo creo que se llegará a un acuerdo. Rusia tendrá que aceptar esta solución intermedia, que en realidad no satisface a ninguna de las dos partes. Todavía estamos viendo ataques de última hora, pero hay que dar prioridad a la paz frente a una guerra sin solución que provoca sufrimiento y gasto militar. En este sentido, la posición de la UE de que nos tenemos que rearmar es simplista y belicista y va en contra de sus principios fundacionales. Hay que recordar el famoso «si quieres la guerra, prepara la guerra», lo cual históricamente ha tenido consecuencias muy negativas. Yo soy más partidario de «si quieres la paz, busca la paz». El rearme va en contra de lograr una solución al conflicto. Creo que Europa está haciendo un mal análisis de la situación. Porque además hemos dado por cierto que Rusia va a continuar con los países bálticos y Polonia tras acabar con Ucrania, pero yo no estoy tan convencido de eso. Es solo una posibilidad, pero no podemos creer que eso es la verdad. Otra posibilidad es que Rusia quisiera hacerse con Ucrania porque considera que es parte de su territorio, sociológicamente y culturalmente, pero que después no quisiera desarrollar una acción militar en otros países de la OTAN. Date cuenta que dese el punto de vista estratégico Rusia tiene una posición de debilidad. La guerra de Ucrania ha demostrado que no es capaz de alcanzar unos fines militares como es ocupar un territorio con el que comparte frontera y que considera suyo. Entonces, entrar en un conflicto con la OTAN pues no es algo que hay que dar por hecho, como se está haciendo en parte de Europa.



lunes, 1 de enero de 2024

Paz en el Año Nuevo

 


En el día de Año Nuevo, expreso mis mejores deseos de paz y amor verdadero para todos. En Navidad celebramos el nacimiento de Jesús y la renovación de la vida. Para los cristianos, Jesús representa el triunfo del amor y de la esperanza sobre la muerte y el mal. En el día de Año Nuevo, la Iglesia celebra la Jornada Mundial de la Paz. 

El mensaje clave de Jesús fue el amor al prójimo, que practicó hacia los pobres, enfermos y marginados de su sociedad. En una primera lectura, puede parecer que el mensaje de amor al prójimo en los Evangelios no tiene antecedentes. Sin embargo, los sentimientos de justicia y de amor al prójimo están muy presentes en los profetas del Antiguo Testamento. El libro de Isaías afirma:

Este es el ayuno que yo quiero: soltar las cadenas injustas, desatar las correas del yugo, liberar a los oprimidos, quebrar todos los yugos, partir tu pan con el hambriento, hospedar a los pobres sin techo, cubrir a quien ves desnudo y no desentenderte de los tuyos… Cuando alejes de ti la opresión, el dedo acusador y la calumnia, cuando ofrezcas al hambriento de lo tuyo y sacies el alma afligida, brillará tu luz en las tinieblas, tu oscuridad como el mediodía. (Isaías 58, 6-11)

El libro de Isaías está compuesto por tres partes históricamente distintas y de diversos autores. El Tercer Isaías (capítulos 56-66), fue escrito en torno al año 530 a.C. El Primer Isaías (caps. 1-39), datado en el siglo VIII a.C., también enfatizó esa dimensión ética del amor a los demás.

No me traigáis más inútiles ofrendas -dice el Señor-, son para mí como incienso execrable… Cuando extendéis las manos me cubro los ojos; aunque multipliquéis las plegarias, no os escucharé. Vuestras manos están llenas de sangre. Lavaos, purificaos, apartad de mi vista vuestras malas acciones. Dejad de hacer el mal, aprended a hacer el bien. Buscad la justicia, socorred al oprimido, proteged el derecho del huérfano. (Isaías 1, 13-17)

Tales exigencias tienen valor en nuestro mundo como principios para orientar la convivencia, la política, el derecho y las relaciones internacionales. Tras investigar mucho tiempo en Derecho Internacional, mis ensayos recientes amplían el foco y se refieren a la necesidad de introducir la ética en las relaciones globales para afrontar problemas como la guerra. El deterioro imparable del medio ambiente no cesa por muchas conferencias internacionales que se hagan, por lo que es preciso pensar en un enfoque global, compatible con la ciencia y las religiones tradicionales, como he mantenido en este artículo sobre la Creación y la destrucción: https://ethic.es/2021/03/creacion-o-destruccion-como-destino/Los horrores de la guerra no se detienen con el Derecho Internacional, por lo que es preciso trabajar en otros campos, como indico en este artículo: https://www.elnotario.es/opinion/opinion/12478-los-horrores-de-la-guerra-y-la-lucha-por-el-derecho-internacional

El comienzo del nuevo año es buen momento para recordar las palabras de los antiguos profetas, valientes defensores de principios de humanidad ante los poderosos de su tiempo. También los mensajes coincidentes de los primeros cristianos, que siguen reclamando amor a los demás, justicia y paz en nuestro mundo, más de dos milenios después. Disfrutamos de progresos tecnológicos, pero seguimos sin atender a cuestiones humanas fundamentales. Seguimos contemplando en silencio guerras que provocan sufrimientos indecibles. Todos participamos en un modo de vida acelerado que está destruyendo la naturaleza de forma irremediable. Hay muchos intereses cortoplacistas, mucho egoísmo, muchos líderes internacionales dispuestos a ejercer la violencia, muchas personas de buena voluntad que no se atreven a hablar, muchos periodistas que defienden lo indefendible, pero: ¿Dónde están hoy los profetas del amor que reclaman hacer un mundo mejor?


martes, 12 de diciembre de 2023

Los horrores de la guerra y el Derecho Internacional


 

Estamos viendo escenas de barbarie en las guerras de Gaza y Ucrania, donde no se respetan las mínimas normas de humanidad. La comunidad internacional debería poner fin a los abusos contra los civiles, enfermos, ancianos, mujeres y niños. Publico este artículo "Los horrores de la guerra y la lucha por el Derecho Internacional" en la Revista El Notario del Siglo XXI. En el texto, explico las normas de Derecho Internacional Humanitario y animo a seguir exigiendo un mundo más pacífico, donde la guerra y la ley del más fuerte sean sometidas a cierta racionalidad. Texto completo aquí https://www.elnotario.es/opinion/opinion/12478-los-horrores-de-la-guerra-y-la-lucha-por-el-derecho-internacional

Las imágenes aterradoras de la guerra en Gaza y en Ucrania obligan a preguntarnos si la comunidad internacional puede hacer algo más para detener estas catástrofes. En el siglo XXI, las normas del Derecho Internacional deberían ser capaces de evitar tales desgracias, que parecen surgidas de otras épocas. El derecho debería poner fin a estos conflictos, prevenir otros similares, aliviar a las víctimas y, sobre todo, castigar a los culpables. Pero, ¿Qué autoridad puede hacer un juicio ecuánime? ¿Es posible aplicar la racionalidad a disputas enraizadas en la Historia que despiertan pasiones atávicas?

La guerra es la expresión máxima de la violencia, que hoy se ve multiplicada por armas de destrucción masiva y medios técnicos especialmente letales. En el último siglo, el sistema internacional ha introducido normas para prohibir el recurso a la guerra, regular la conducta durante las hostilidades y limitar el uso de armas nucleares. Pero este sistema es imperfecto. Aunque son menos frecuentes en nuestros días, el mundo sigue padeciendo el azote de guerras provocadas por litigios que no son susceptibles de someterse a ningún tipo de diálogo o arreglo pacífico. La invasión rusa de Ucrania en febrero de 2022 y el conflicto en Gaza tras el ataque terrorista de Hamás del 7 de octubre fueron originados por la necesidad, percibida como vital, de dominar el territorio, por la creencia en derechos históricos innegociables o por consideraciones religiosas, todos rasgos que las comunidades políticas implicadas consideran esenciales.

En Europa hemos encontrado una fórmula para salir de esas espirales de violencia. Tras siglos de guerras interminables causadas por el trazado de fronteras, los derechos dinásticos, visiones distintas de la misma religión y nacionalismos extremos, en Europa se encontró un método innovador para organizar las relaciones entre estados. El mercado común nació con el fin explícito de superar la guerra en el viejo continente. Después, la Unión Europea, la construcción política más notable del siglo XX, demostró que países que habían sido enemigos viscerales durante siglos podían convivir en paz y cooperar en beneficio mutuo. Pero este avance histórico sigue hoy confinado en nuestra área geográfica, mientras el resto del mundo (y también las regiones colindantes) viven bajo el espectro de las guerras.

            Una ventana de esperanza se abrió a lo largo de la década de 1990, con la reactivación del Consejo de Seguridad como gendarme internacional, el establecimiento de Operaciones de Mantenimiento de la Paz, la ratificación del Tratado de la Unión Europea y otros instrumentos internacionales como el Estatuto de Roma de 1998. La Unión ofrecía un modelo de integración política, económica y comercial, y al mismo tiempo se mostraba dispuesta a contribuir a la resolución de conflictos y a favorecer el desarrollo económico en su vecindad y más allá. La Estrategia Europea de Seguridad de 2003 declaró tres objetivos estratégicos: hacer frente a las amenazas, fomentar la estabilidad en torno a la Unión, e impulsar un orden internacional basado en el multilateralismo eficaz. Sin embargo, evoluciones posteriores, como las guerras de Siria y de Libia o los conflictos en el Sahel, mostraron los límites de la acción exterior europea, con consecuencias negativas en esos espacios y para la propia Unión. Un ejemplo claro son las olas de inmigrantes y refugiados que provocan las guerras y que alcanzan nuestras costas. En política internacional, los europeos tienen dos opciones: o bien exportan estabilidad, o bien importan inestabilidad. Es obvio que deberíamos hacer más para incitar la correcta gobernanza y el desarrollo económico en torno a la Unión.

 

El Derecho Internacional ante la guerra

            Los europeos rechazamos la guerra y hemos hecho contribuciones importantes al Derecho Internacional en este campo. Nuestras sociedades son muy sensibles a los ataques inhumanos y al sufrimiento de civiles inocentes que inundan cada día nuestras pantallas. Las encuestas confirman que nos indignamos y exigimos una actuación más firme. Pero los mecanismos internacionales de que disponemos son defectuosos y no pueden responder a las expectativas de una sociedad avanzada. Para comprender el problema, es preciso ampliar el foco y analizar la estructura básica del Derecho Internacional que pretende introducir racionalidad y humanidad en los conflictos armados.  

            La regulación que el Derecho Internacional hace del uso de la fuerza armada contiene el ius ad bellum (cuándo puede recurrirse a la fuerza militar) y el ius in bello (cómo debe ser la conducta durante las hostilidades). Por lo que se refiere al primero, la Carta de Naciones Unidas es muy clara. La guerra está prohibida en el artículo 2.4, y las únicas excepciones son la acción colectiva del Consejo de Seguridad conforme al capítulo VII, y la legítima defensa de los estados prevista en el artículo 51. Desde 1990, el Consejo de Seguridad ha tomado medidas eficaces para la imposición y el mantenimiento de la paz, pero la gran traba de esta función de gendarme internacional es el derecho de veto de los cinco miembros permanentes. El Consejo no puede decidir en contra de la voluntad de uno de estos grandes, por lo que queda literalmente paralizado en los conflictos donde estén implicados. Esto se verificó en la invasión por parte de Rusia y la subsiguiente guerra en Ucrania, pero también en la guerra de Gaza, ya que Estados Unidos ha vetado históricamente cualquier decisión crítica con las actuaciones de Israel.

            La legítima defensa de los estados es un modo descentralizado de asegurar la paz internacional. De manera individual o colectiva, los estados defienden su territorio y disuaden los ataques de otros. Los actos de agresión son ilícitos, mientras que una respuesta militar proporcionada está amparada por el Derecho Internacional. El problema en este caso es que la legítima defensa se define ligada al territorio del estado, por lo que presenta una calificación difícil en los espacios disputados. Dos países pueden alegar que están actuando en legítima defensa cuando luchan por un territorio que es objeto de litigio. Esta situación se observa por ejemplo con respecto a Crimea. La península forma parte del territorio de Ucrania desde su independencia en 1991, pero algunos expertos argumentan sobre su titularidad. Una figura como Henry Kissinger ha afirmado recientemente que Ucrania no debe luchar para recuperar Crimea, un territorio que históricamente fue parte de Rusia.

            La legítima defensa debe ser proporcionada y debe comunicarse al Consejo de Seguridad para que adopte medidas frente a la primera agresión. La proporcionalidad es muy importante porque la acción militar lícita debe ajustarse a un fin defensivo y no puede utilizarse para otros propósitos. Por eso, Israel insiste tanto en que el objetivo de sus operaciones es liquidar a Hamás y no castigar al pueblo palestino de Gaza. Sin embargo, la desproporción de la respuesta militar israelí ha sido destacada por conocedores del conflicto como Javier Solana

            El ius in bello, también llamado Derecho Internacional Humanitario, contiene las normas que regulan la conducta durante los conflictos armados. Aquí es relevante destacar que existen dos marcos de regulación: el derecho derivado de los Convenios de Ginebra, que tienen valor universal, y el que emana del Estatuto de Roma de 1998 en el cual se estableció la Corte Penal Internacional, con un alcance más restringido.

            Los crímenes atroces perpetrados durante la Segunda Guerra Mundial, incluyendo el Holocausto del pueblo judío, motivaron la constitución de los Tribunales de Núremberg y de Tokio. Poco después se adoptaron los Convenios de Ginebra de 1949 que incluyen principios como la protección de los prisioneros de guerra, el deber de distinción entre militares y civiles durante los conflictos, así como el respeto debido a los no combatientes, al personal humanitario y a las instalaciones médicas señaladas con el símbolo de la Cruz Roja y otros similares. Los Convenios han sido ratificados por todos los países por lo que tienen una validez universal, aunque su aplicación práctica no es homogénea.

Los estados están obligados a introducir esos principios en su legislación, y muchos lo han hecho de manera impecable. Los artículos 608 a 614 de nuestro Código Penal recogen dichas normas y remiten en diversos puntos a los Convenios de Ginebra. Las Reales Ordenanzas que rigen la actuación de los militares españoles hacen lo mismo, precisando: “El militar conocerá y difundirá, así como aplicará en el transcurso de cualquier conflicto armado u operación militar, los convenios internacionales ratificados por España” (artículo 106). La vigencia de estas normas ha dado lugar a sentencias en los tribunales estatales por incumplimiento del Derecho Internacional Humanitario, como el caso Donald Payne (2006) en Reino Unido por maltrato a prisioneros, o el caso Mahmudiyah, U.S. vs Green (2009) en Estados Unidos por crímenes de guerra cometidos por militares norteamericanos en Irak. Aunque existen sentencias de aplicación de estas reglas de humanidad en la guerra, muchos abusos quedan impunes o pasan desapercibidos. Las razones principales son la pasividad de los estados que protegen a sus propios militares, hagan lo que hagan, y la dificultad de acceso al frente de guerra o a escenarios remotos, que hace imposible fiscalizar lo ocurrido.

Teniendo en cuenta ese marco universal de regulación, es triste comprobar que ni siquiera los estados miembros de la Unión Europea pueden ponerse de acuerdo a la hora de reclamar su respeto en determinados conflictos, o un alto el fuego.

El otro gran ámbito del Derecho Internacional Humanitario fue creado por el Estatuto de Roma de 1998, que instituyó la Corte Penal Internacional (CPI) activa desde 2002. A falta de un código penal internacional, el Estatuto también incluyó una tipificación detallada de los crímenes que puede juzgar, describiendo de forma minuciosa las conductas que constituyen delitos de genocidio, crímenes contra la humanidad y crímenes de guerra (artículos 6, 7 y 8). La CPI disfruta de una jurisdicción complementaria a la de los estados, basada en la obligación de los países miembros de extraditar o juzgar (aut dedere aut iudicare). La CPI puede ponerse en marcha porque un estado extradita a un sospechoso, cuando el fiscal de la Corte imputa a un posible criminal, y cuando el Consejo de Seguridad así lo solicita. La Corte ha tenido una actividad importante hasta el momento, aunque centrada en conflictos e infracciones cometidas en el continente africano.

Algunos activistas y medios de comunicación dan a entender que la CPI debería perseguir los crímenes de guerra cometidos en conflictos como el de Gaza o Ucrania. Existen evidencias de que diversos bandos han practicado el asesinato de civiles, la toma de rehenes y el ataque a escuelas y hospitales. No obstante, hay que tener en cuenta las limitaciones de la CPI porque, por su propia naturaleza, tampoco puede juzgar todas las transgresiones. Los países que no son parte del Estatuto de Roma niegan la jurisdicción de la Corte, y por tanto se reservan para sí cualquier posible investigación y castigo de la conducta de sus militares. Países como Argelia, China, Cuba, Estados Unidos, India, Indonesia, Israel, Pakistán, Rusia, Turquía o Ucrania no han ratificado el Estatuto. Esto significa que, en aquellos conflictos armados en los que participan estos países, y a falta de una inspección del propio estado, la comunidad internacional tiene escasos medios para reclamar el respeto a las mínimas normas de humanidad, lamentablemente.

En estas circunstancias, y por mucho que existan reglas de obligado cumplimiento como los Convenios de Ginebra, la presión política, el escrutinio de medios independientes y la voz de las organizaciones internacionales son los únicos rayos de esperanza para su eventual respeto. Por ejemplo, conforme se desarrollaba en Gaza la respuesta de Israel al ataque de Hamás, cada vez más países reclamaban contención al Gobierno de Netanyahu, y la sociedad civil en Europa y Estados Unidos criticaba abiertamente sus actuaciones contra la población palestina. Estos movimientos pueden considerarse escaso consuelo para las víctimas, pero es la única respuesta posible cuando las realidades de poder no permiten una reacción institucional.

 

El avance del Derecho Internacional

Ante un sistema imperfecto, debemos seguir trabajando para que la violencia extrema de la guerra respete principios básicos de humanidad. Lo que Rudolf von Ihering llamaba la lucha por el derecho en el estado ahora se continúa en la arena global, donde es preciso avanzar hacia una comunidad internacional de derecho, en la que principios como racionalidad, igualdad y justicia se impongan a la ley de la selva.

A lo largo de las últimas décadas, el Derecho Internacional ha expandido sus ámbitos de regulación y la eficacia de su cumplimiento ha aumentado. Aquel viejo augurio de que esta rama del derecho no existe o no es derecho ha perdido validez. Una pléyade de normas y estructuras internacionales facilitan el comercio entre estados, los movimientos humanos, la homologación de productos, la navegación aérea o las telecomunicaciones. Al mismo tiempo, otros sectores estrechamente unidos al hueso y al nervio de la soberanía siguen resistiéndose a una regulación internacional, como la capacidad de recurrir a la guerra.  

Con todo, la situación actual es mejor que en el pasado, y existen poderosos criterios para criticar las violaciones de normas aceptadas por todos. Esta mirada evolutiva indica que el Derecho Internacional está haciéndose y puede progresar. La participación de los estados democráticos es fundamental, como lo son las exigencias de ciudadanos de países de las más diversas latitudes que reclaman un mundo más pacífico, seguro y humano. Si somos optimistas y creemos que el avance es posible, la profecía se cumplirá y el mundo se regirá en el futuro por normas mejores e instituciones más fuertes.

 


sábado, 22 de julio de 2023

Carta abierta a Alberto Núñez Feijóo

España necesita un cambio de Gobierno. Pedro Sánchez ha sido polarizador, ha hecho demasiadas concesiones a Unidas Podemos y a los independentistas, y deja maltrecha a la sociedad española. Muchos ciudadanos esperan que usted lidere una nueva fase política menos divisiva. En los últimos días de campaña, está demostrando buen criterio al apelar a los votantes de centro y al proponer grandes pactos de Estado (instituciones, bienestar, economía, familias y territorio). España necesita consensos amplios sobre cuestiones fundamentales, que pueden incluir a diversos partidos bajo su liderazgo.

Este comentario, hecho en el día de reflexión antes de las elecciones del 23 de julio, contiene cuatro breves observaciones sobre un posible futuro Gobierno encabezado por el PP. En primer lugar, en mi opinión es preciso elaborar una cultura política nacional, algo que está pendiente desde 1978. Otros objetivos urgentes, como entrar en Europa o modernizar la economía y la sociedad, llevaron a obviar este aspecto clave de cualquier país democrático: crear una cultura política común sobre el sólido cimiento de nuestra pertenencia a la Unión Europea. Mientras retrasábamos esa tarea, los nacionalismos irredentos hacían su propia construcción nacional sobre bases más endebles y en contra de una idea común de España. Esto ha producido una paradoja que perjudica especialmente a los jóvenes: tenemos uno de los mejores países del mundo, pero no somos conscientes de ello y practicamos el deporte del autoflagelo.

España tiene una Historia admirable y es uno de los pocos países que ha moldeado la realidad global en la época moderna. Dicha Historia tiene sus luces y sus sombras, como ocurre también con Alemania, Estados Unidos, Francia o Reino Unido, pero nuestra autopercepción es injustamente negativa por desconocimiento de muchos y por mala fe de unos pocos. Desde 1978 España ha sido una historia de éxito, con impresionantes avances constitucionales, democráticos, económicos y sociales. Nuestra lengua, compartida con América, y nuestra cultura son de las más potentes del mundo. Tales bases deberían impulsar la creación de un nuevo patriotismo constitucional (como han propuesto diversos autores, y también mis ensayos Ser español en el siglo XXI, 2016, y España en positivo, 2018). Las bases de ese nuevo sentimiento democrático deberían estudiarse en una asignatura común en educación primaria, y los principios en otra asignatura común en secundaria en todos los territorios.

La segunda observación se refiere a la economía. Para sostener el importante gasto público de un país avanzado (pensiones, sueldos de los funcionarios, sanidad, educación, protección social, etc.), los gobiernos tienen dos caminos, como usted bien sabe: recurrir a ingresos fiscales o endeudarse. Como subir los impuestos es impopular, se ha usado más la opción de aumentar el déficit y la deuda. Pedro Sánchez ha abusado de este método, pasando de una deuda del 98,6% del PIB cuando llegó al Gobierno hasta una deuda del 113% en la actualidad.

La Unión Europea favoreció el endeudamiento para superar la pandemia, pero ahora reclama de nuevo disciplina fiscal y una reducción del déficit y de la deuda. Alemania ya ha comenzado esa senda y exige a los demás que hagan lo mismo. España tendrá un déficit del 4,1% en 2023 y debe reducirlo al 3% (o alguna décima más) el año próximo, lo que probablemente obligará a hacer recortes. El Gobierno del Partido Popular tendrá un inmenso reto por delante, que solo puede afrontarse haciendo pedagogía sincera con los ciudadanos. Pedro Sánchez y sus ministros hicieron creer que todos los problemas se arreglaban con ayudas, sin atender a una gestión responsable de los presupuestos y sin explicar que ese dinero viene de los impuestos y de un endeudamiento que tendremos que pagar. El nuevo Gobierno deberá insistir en que los esfuerzos que, sin duda, estaremos obligados a hacer vienen obligados por el dispendio anterior de políticas que ignoraron la sostenibilidad del gasto. 

Las previsiones de crecimiento para España son algo mejores que las de los países de nuestro entorno, pero no estamos en una fase expansiva sino de contracción. Las principales economías europeas están al borde de la recesión. Con la pedagogía necesaria, el futuro Gobierno tendrá que reclamar el esfuerzo de todos, actores públicos y privados, de las más diversas ideologías, con un enfoque transversal. Hay grandes reformas pendientes, como la educación, la cohesión territorial, la transformación digital, la innovación, y la sostenibilidad, y para ello es preciso movilizar a toda la sociedad.

En tercer lugar, el cuidado del medio ambiente no es una cuestión de derechas o de izquierdas, sino una responsabilidad ineludible del conjunto de la sociedad. El deterioro de nuestro entorno, que incluye incendios y sequías, es preocupante, y deberíamos tomar medidas para avanzar hacia un modo de vida más racional. En el ámbito nacional, debemos apostar por el ahorro energético, el transporte sostenible, un menor uso de plásticos, ciudades más habitables, la reforestación y las energías renovables. Los países más avanzados trabajan en estas líneas con independencia de los partidos que gobiernen.

No obstante, la dimensión esencial de la lucha contra el cambio climático y la contaminación se verifica en el ámbito internacional. El nuevo Gobierno debería insistir en esto y actuar de manera más decidida, trabajando con sus socios. Los estados miembros de la Unión Europea (así como Estados Unidos) reducen sus emisiones, pero otros actores globales, como las potencias emergentes de Asia, hacen lo contrario, por el uso creciente de carbón para generar electricidad. De nada sirve tener normas europeas muy exigentes si en otros lugares se retrocede y se contamina más. El cambio climático y la polución del medio natural no son problemas europeos, sino desafíos mundiales que requieren soluciones globales.

En fin, la cuarta observación se refiere a la política internacional. La acción exterior del Gobierno saliente ha sido una combinación de aceptar sin más las preferencias de otros países, y de una retórica sin contenido, inspirada en la ideología y lejos de la realidad mundial. Los excelentes profesionales del Ministerio de Asuntos Exteriores han tenido que lidiar con las consignas partidistas que acompañaban cualquier decisión. En este campo, será preciso recuperar una acción exterior con sentido de Estado. Debemos hacer frente a problemas acuciantes, como la inmigración ilegal o la estabilidad en las regiones vecinas al este y al sur del Mediterráneo, teniendo en cuenta nuestros principios y nuestros intereses. Y será preciso reivindicar una autonomía de criterio con respecto a potencias que han tenido demasiada influencia en nuestras decisiones.

El mundo está cambiando de manera acelerada, y es importante afrontar con valentía y mentalidad abierta el papel de España en la escena internacional. Pertenecemos a la Unión Europea, la OTAN y otras organizaciones internacionales, pero hay que desarrollar una voz propia. Tenemos la dimensión de una potencia media, pero las ideas deben ser originales y ambiciosas. Con un notable legado de presencia en el mundo y una gran capacidad de análisis, es posible desarrollar posiciones propias sobre los asuntos centrales del debate internacional que van a determinar el futuro, desde la energía a la inteligencia artificial, desde la promoción de la democracia al difícil avance de una gobernanza global.


lunes, 17 de abril de 2023

Las catástrofes de Oriente Medio

 

El día 30 de marzo el periódico ABC en su suplemento Alfa & Omega publicó este artículo, cuyo texto puede encontrarse aquí.


Cumplidos 20 años de la intervención norteamericana en Irak, la región de Oriente Medio se encuentra en una situación de inestabilidad permanente. En primer lugar, aquella acción militar fue seguida de una desintegración del país que condujo al mal llamado Estado Islámico, una caterva de barbarie, y más adelante a la extensión de la influencia iraní. En segundo lugar, las primaveras árabes de 2011 añadieron leña al fuego con las guerras civiles de Siria y de Libia. El largo conflicto sirio, que sufrió el contagio de la debacle iraquí, ha sido particularmente doloroso, con un grado de destrucción enorme y millones de desplazados. Las ondas de choque de dicha guerra también alcanzaron a Líbano. En tercer lugar y como consecuencia, la inseguridad y los atentados a los derechos humanos han aumentado en la región. Esto afecta a las poblaciones especialmente vulnerables, como ancianos y niños, y resulta particularmente cierto por lo que se refiere a las mujeres, con el auge de las corrientes del islamismo extremista. Por otro lado, en Irak y Siria existían importantes minorías cristianas que también fueron objeto de ataques execrables. En 2003 había más de millón y medio de cristianos caldeos en Irak que hoy se han visto reducidos a unas decenas de miles en situación precaria.

Si el objetivo de aquella intervención fue expandir la democracia, usar la fuerza militar no era, desde luego, el mejor instrumento, sobre todo teniendo en cuenta el alto número de víctimas causadas. Si el propósito era acabar con las armas de destrucción masiva, la evaluación fue equivocada. Estados Unidos es un país admirable porque comete errores, como cualquiera, pero después es capaz de reconocerlos. Un minucioso informe del propio Congreso de Estados Unidos, fechado en septiembre de 2006 y titulado Postwar findings on Irak, estableció que no había armas de destrucción masiva en el país ni vínculos de Sadam Huseín con Al Qaeda.

Desde el punto de vista estratégico, la región de Oriente Medio queda hoy como un mosaico de poderes dispersos, con Irán como potencia emergente, Turquía en situación incómoda, la asociación con Rusia de la Siria de Bashar al Asad, y el remanso aparente de paz de los reinos del Golfo, basado en la extracción de petróleo. Estados Unidos sigue siendo un actor clave por su firme alianza con Israel y por su influencia en el Golfo. Pero China está cada vez más presente, como muestra su reciente mediación para conseguir un diálogo entre Arabia Saudí e Irán.

Otra consecuencia muy importante del tsunami provocado por la intervención norteamericana desde marzo de 2003 fue el abandono de toda acción internacional para conseguir una solución negociada del conflicto entre Israel y los palestinos. En aquel momento se habló mucho de la necesidad de tratar esta cuestión al mismo tiempo que se resolvían las posibles amenazas provenientes de Irak. En particular, los países europeos que se opusieron a la intervención insistieron en la necesidad de avanzar hacia un arreglo equitativo de ese problema, que ejercía un impacto negativo en la región.

Los europeos estuvieron divididos sobre la invasión norteamericana de Irak, pero poco después, en diciembre de 2003, fueron capaces de adoptar la Estrategia Europea de Seguridad, que afirmaba la implicación de la Unión Europea en la resolución de conflictos en su vecindario. En particular, establecía que la paz en Oriente Medio era una prioridad estratégica para los europeos. Esa paz debía fundamentarse en la coexistencia pacífica de dos Estados, Israel y Palestina, para lo que la Unión estaba dispuesta a movilizar todos los recursos y contribuir a un esfuerzo conjunto en el que debían participar también Estados Unidos, Naciones Unidas y otros actores regionales e internacionales.

Aquella declaración de principios buscaba expandir el modelo europeo de construcción regional. Tras sufrir guerras espantosas durante siglos, culminadas por la Segunda Guerra Mundial, la Unión Europea era el ejemplo vivo de un nuevo enfoque para instaurar relaciones de cooperación entre vecinos, que permitían el entendimiento y el desarrollo económico. Desde Israel, Shimon Peres habló también de un «nuevo Oriente Medio», en el que los distintos pueblos avanzasen hacia relaciones más constructivas.

Lamentablemente, aquel impulso histórico ha terminado. En la actualidad, las realidades de poder se imponen a los proyectos de evolución hacia escenarios más pacíficos e integrados. Al mismo tiempo, las corrientes de la globalización han perdido fuelle. El problema es que la Unión Europea, que es un nuevo tipo de potencia transformadora, se encuentra más bien perdida y desorientada en este mundo, y se muestra débil a la hora de defender los principios y valores que basan su existencia.

jueves, 23 de febrero de 2023

La prioridad debe ser la paz


Con ocasión del aniversario del inicio de la Guerra de Ucrania, publico este artículo de opinión en la web de Alfa & Omega, suplemento del periódico ABC. Aquí se reproduce el texto, y este es el link al artículo: https://alfayomega.es/la-prioridad-debe-ser-la-paz/

La guerra de Ucrania es un reto político, jurídico y moral de primer orden. Un año después del inicio del conflicto, el impacto humanitario es enorme y la situación estratégica se encuentra enquistada. Aunque logre algunos avances, Rusia no podrá conseguir su objetivo inicial de ocupar Kiev y la mayor parte del país. Y Ucrania no podrá recuperar todo su territorio, incluyendo Crimea, como sus autoridades pretenden.

Los expertos indican que la evolución militar más probable es una prolongada guerra de desgaste. Si esto es así, los países occidentales que apoyan a Ucrania deberían plantearse si es conforme a sus principios y valores contribuir a tal estancamiento. Los miembros de la UE y de la OTAN tienen la loable intención de cooperar en la defensa de Ucrania, pero no basta con las buenas intenciones, es preciso calibrar también las consecuencias de los actos. Una perpetuación de la guerra durante años supondría costes humanitarios y económicos insoportables, y no ayudaría ni a la resolución del conflicto ni a la paz mundial.  

España y los países aliados apoyan a Ucrania sobre la base de que está actuando en legítima defensa. En efecto, la invasión rusa en febrero de 2022 fue un acto ilegal que dio a Ucrania ese derecho. Sin embargo, el uso lícito de la fuerza militar debe ajustarse a ciertos límites de acuerdo con el derecho y la moral. Ese es el sentido de la doctrina de la guerra justa: en determinadas circunstancias el uso de la fuerza armada está permitido, pero tiene que conformarse a unos fines, y el propósito último debe ser alcanzar la paz.  

La idea de la guerra justa fue elaborada por autores cristianos y después influyó en la prohibición de la guerra tras la Segunda Guerra Mundial. Los axiomas de que solo puede recurrirse a la fuerza militar con una causa justa (ius ad bellum) y de que, en todo caso, debe ejercerse respetando ciertas normas (ius in bello) están incorporados en el derecho actual. La doctrina de la guerra justa, que fundamenta la Carta de Naciones Unidas, fue elaborada en su día por teólogos españoles como Francisco Suárez o Diego de Covarrubias, y después ha sido actualizada por los filósofos John Rawls o Michael Walzer, entre otros. 

Según el Derecho Internacional, la legítima defensa es una causa justa para el uso de la fuerza militar, que siempre debe cumplir ciertas exigencias. La ardua tarea del derecho es introducir consideraciones racionales y humanitarias en los actos de guerra, tanto los realizados por el agresor como por el agredido.

El artículo 51 de la Carta de Naciones Unidas reconoce la legítima defensa como un derecho inmanente, inherente o natural de cada Estado. A pesar de su carácter indisputable, este derecho debe ser ejercido con restricciones. Una bien conocida es la proporcionalidad: la acción militar debe estar destinada a recuperar el territorio y no puede emplearse en otro escenario ni dirigirse contra otros actores. Otro requisito prudencial importante es que la acción debe contar con posibilidades razonables de éxito para llevar a cabo el fin defensivo.

Esto es muy relevante en el contexto actual porque, en un conflicto donde la victoria total de cualquiera de las partes es inverosímil, resulta contrario a los valores de la paz contribuir a una prolongación de la guerra. En las hostilidades dilatadas en el tiempo solo prosperan el sufrimiento de los civiles, los riesgos internacionales, la venta de armas, y la degradación moral.  

Introducir la luz de la racionalidad en cualquier conflicto es siempre complicado. El Catecismo de la Iglesia Católica se ocupa de muchas situaciones conflictivas y en particular de la búsqueda de la paz en el mundo (§ 2309), donde declara: “Se han de considerar con rigor las condiciones estrictas de una legítima defensa mediante la fuerza militar… La apreciación de estas condiciones de legitimidad moral pertenece al juicio prudente de quienes están a cargo del bien común”.

Esperemos que los líderes políticos de los países occidentales no se dejen llevar por la rabia y el dolor que producen los abusos y la injustica, para así poder explorar caminos hacia la paz en un conflicto tan enconado. Como muestra la Unión Europea, ejemplo de superación de guerras territoriales, el objetivo último del sistema internacional debe ser la cooperación y el entendimiento entre los pueblos, incluso en casos que hoy parece irrealizable.