En el día de Año Nuevo, expreso mis mejores deseos de paz y amor
verdadero para todos. En Navidad celebramos el nacimiento de Jesús y la
renovación de la vida en el solsticio de invierno. Para los cristianos, Jesús
representa el triunfo del amor y de la esperanza sobre la muerte y el mal. En
el día de Año Nuevo, la Iglesia celebra la Jornada Mundial de la Paz.
El mensaje clave de Jesús fue el amor al prójimo, que practicó
hacia los pobres, enfermos y parias de su sociedad. Estas acciones chocaron no
solo a las élites judías y romanas, sino también a sus propios discípulos y,
desde luego, siguen extrañando hoy. La razón fundamental es que el amor al
prójimo es contraintuitivo. El ser humano (animal antes que racional y, por
tanto, dominado por instintos) prefiere recibir antes que dar, ser querido
antes que querer, atacar a quienes ve como enemigos antes que perdonar, y
proteger lo suyo y acumular antes que compartir.
En una primera lectura, puede parecer que el mensaje de amor al
prójimo en los evangelios pudo ser una creación de Pablo de Tarso. En efecto,
las cartas auténticas de Pablo son los textos más antiguos del Nuevo Testamento
(anteriores incluso a los evangelios), y pudo haber sido influido por la
cultura helenística y el estoicismo muy presentes en Tarso y Antioquía, lo que
le llevó a acentuar el sentimiento de afecto hacia los no judíos.
Sin embargo, los sentimientos de justicia y de amor al prójimo
están muy presentes en los profetas del Antiguo Testamento. El libro de Isaías
critica las ofrendas de los sacerdotes, y afirma:
Este es el ayuno que yo quiero:
soltar las cadenas injustas, desatar las correas del yugo, liberar a los
oprimidos, quebrar todos los yugos, partir tu pan con el hambriento, hospedar a
los pobres sin techo, cubrir a quien ves desnudo y no desentenderte de los
tuyos… Cuando alejes de ti la opresión, el dedo acusador y la calumnia, cuando
ofrezcas al hambriento de lo tuyo y sacies el alma afligida, brillará tu luz en
las tinieblas, tu oscuridad como el mediodía. (Isaías 58, 6-11)
El libro de Isaías está compuesto por tres partes históricamente
distintas y de diversos autores. El Tercer Isaías (capítulos 56-66), fue
escrito en torno al año 530 a.C. El Primer Isaías (caps. 1-39), datado en el
siglo VIII a.C., también enfatizó esa dimensión ética del amor a los demás.
No me traigáis más inútiles
ofrendas -dice el Señor-, son para mí como incienso execrable… Cuando extendéis
las manos me cubro los ojos; aunque multipliquéis las plegarias, no os
escucharé. Vuestras manos están llenas de sangre. Lavaos, purificaos, apartad
de mi vista vuestras malas acciones. Dejad de hacer el mal, aprended a hacer el
bien. Buscad la justicia, socorred al oprimido, proteged el derecho del
huérfano. (Isaías 1, 13-17)
Los profetas cumplieron una función de crítica social y ética,
que sigue vigente en nuestro tiempo. Jesús y sus discípulos de habla griega
ampliaron la idea del amor hacia otras comunidades vecinas y hacia los
extranjeros. Estas ideas han influido en los avances jurídicos y sociales
durante siglos.
Tales exigencias tienen valor en nuestro mundo como principios
para orientar la convivencia, la política, el derecho y las relaciones
internacionales. Tras investigar mucho tiempo en Derecho Internacional, mis
ensayos recientes amplían el foco y se refieren a la necesidad de introducir la
ética en las relaciones globales para afrontar problemas como la guerra o el
odio al extraño. El deterioro imparable del medio ambiente no cesa por muchas conferencias
internacionales que se hagan, por lo que es preciso pensar en un enfoque
religioso global, compatible con la ciencia y las religiones tradicionales,
como he mantenido en este artículo sobre la Creación y la destrucción: https://ethic.es/2021/03/creacion-o-destruccion-como-destino/.
El comienzo del nuevo año es buen momento para recordar las
palabras de los antiguos profetas, valientes defensores de principios de
humanidad ante los poderosos de su tiempo. También los mensajes coincidentes de
los primeros cristianos, que siguen reclamando amor a los demás, justicia y paz
en nuestro mundo, más de dos milenios después. Disfrutamos de progresos
tecnológicos, pero seguimos sin atender a cuestiones humanas fundamentales.
Seguimos contemplando en silencio guerras que provocan sufrimientos indecibles.
Todos seguimos participando en un modo de vida excesivo que está destruyendo la
naturaleza de forma irremediable. Hay muchos políticos vanidosos, muchos
intereses cortoplacistas, mucho egoísmo, muchos líderes internacionales
dispuestos a ejercer la violencia, muchos religiosos retraídos, muchos expertos
y periodistas fatuos, pero: ¿Dónde están hoy los profetas del amor que reclaman
hacer un mundo mejor?