La última etapa de mi carrera académica ha sido en la Universidad Complutense de Madrid, a la que considero mi verdadera alma mater. Durante más de una década he disfrutado del ambiente de excelencia, compañerismo y libertad que ofrece la Complutense, y he transmitido mi visión del mundo a generaciones de estudiantes. Por todo ello, estoy muy agradecido a la institución, a los compañeros y a los alumnos.
Llega el momento de dar un paso al lado y
dejar que otros continúen la tarea académica. He solicitado la jubilación
anticipada de la docencia (aunque soy muy joven ;-), y voy a seguir con la
investigación, en el sentido amplio que debe tener. La investigación es muy
importante para presentar las mejores propuestas en un mundo particularmente
complejo. Nuestro tiempo está lleno de ruidos e interferencias, por lo que es
preciso apartarse un tanto para hacer un análisis serio.
La Facultad de Derecho de la Universidad
Complutense organizó un cariñoso homenaje a los profesores que hemos solicitado
la jubilación, y en el acto nos ha concedido la insignia de oro de la Facultad.
Fue un momento muy emotivo. En la foto, aparezco con Ricardo Alonso, Decano de
la Facultad, catedrático de Derecho Administrativo, experto europeísta y buen
amigo, que tuvo esta gran iniciativa.
Tras la imposición de la insignia, hice un
breve discurso de agradecimiento con algunas reflexiones sobre el papel del
derecho en nuestra sociedad. En esas palabras, recordé mis comienzos en la
Universidad y la figura de mi padre, jurista también, que me impulsó a estudiar
Derecho, algo que sin duda fue un acierto, porque ofrece un cimiento sólido
para comprender el mundo.
En mi intervención, apunté que el derecho
fue durante mucho tiempo un instrumento para cambiar la sociedad, mientras que
ahora solo interesa el dinero. En los años 1980 y 1990 había proyectos
colectivos como consolidar la democracia, acercarnos a Europa, modernizar la
sociedad, e internacionalizar la economía. El derecho jugaba un papel esencial para
conseguir esos propósitos, y muchos profesores y estudiantes compartían el
ideal de hacer un mundo mejor.
En el momento presente, la lucha por ganar
dinero lo ha inundado todo. Es lógico que el objetivo principal de quienes
estudian derecho sea aprender una profesión con la que poder hacer una vida
digna. Este es un objetivo muy loable (y muy difícil de realizar hoy, porque los
jóvenes tienen menos oportunidades). Pero el derecho debe servir también para
hacer un mundo más justo, y esto lo ha olvidado nuestra sociedad. Ahora ya no
tenemos proyectos colectivos. No sabemos dónde ir desde nuestra situación actual.
Y sin embargo, numerosos problemas
persisten en nuestro mundo: la guerra y la violencia, como vemos en Ucrania, la
tiranía y los abusos de derechos, como vemos en las dictaduras, o el deterioro
imparable del medio ambiente. Mirando a nuestra casa, queda también mucha tarea
por hacer porque persisten las injusticias en nuestra sociedad. Por este
motivo, invité a mis colegas, profesores y estudiantes, a que no viéramos el derecho solo como un medio para ganar dinero en una sociedad que se mueve por la ley de la
selva, sino como un instrumento para hacer un mundo mejor. Los profesores de
derecho, en nuestras clases y escritos, debemos seguir reclamando la justicia
como elemento central del derecho. Esto es cierto para todas las ramas, y muy especialmente para el Derecho Internacional. Un mundo lleno de graves amenazas lo necesita.
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