miércoles, 13 de mayo de 2020

El drama de la austeridad, segunda parte


He recibido numerosos comentarios a mi artículo Una política de Estado tras la crisis, publicado por la Fundación Hay Derecho, con siete ideas provocadoras. Quienes no aceptan que los salarios públicos y las pensiones bajen dicen que, si esto ocurre, saldrán a la calle para hacer la revolución. Los que tienen dinero, tras leer que hay que acabar con la elusión y evasión fiscal, me preguntan qué países son los mejores para llevarse sus cuentas. Como afirmo que hace falta consenso, los amigos más políticos responden que solo su partido puede hacer frente a la crisis. Y finalmente, a casi nadie le gusta la idea de que debemos cambiar de modo de vida para hacer una sociedad más humana y respetuosa con el medio ambiente. ¡No se puede complacer a todo el mundo!

Las reacciones más fuertes son de aquellos que rechazan la austeridad y piden mayor gasto público e inversiones para superar la crisis. Cuando digo que habrá que reducir el gasto, no quiero decir que eso me guste. Por favor no disparen al mensajero. Soy un firme defensor de lo público, y es evidente que los países avanzados son aquellos que tienen buenos sistemas sanitarios, educativos, de protección social, de justicia y seguridad, y por supuesto inversión adecuada en ciencia e investigación. El artículo advierte simplemente que, mirando la experiencia histórica, el gasto público tendrá que reducirse. Esto es lamentable pero será también inevitable. Y no dependerá del color del gobierno sino que cualquiera se verá en la obligación de hacerlo porque seguramente no quedará dinero en las arcas públicas, la recaudación no llegue, y la financiación externa sea demasiado cara. Al mismo tiempo, será preciso también subir los impuestos directos e indirectos y luchar contra el fraude fiscal y la economía sumergida. Y esto lo hará también cualquier partido en el gobierno.

En la crisis de 2008 vivimos un primer debate sobre la austeridad en Europa, y ahora comienza la segunda parte. Aunque esta vez será peor, porque aquellos años el epicentro fue Grecia (también Irlanda y Portugal), y seguramente ahora se centrará en Italia, con España en una situación algo mejor. Hemos olvidado muy pronto lo que ocurrió tras la crisis de 2008. Al principio, el Gobierno de Rodríguez Zapatero vivió una etapa de negación hasta el cambio brusco de las “políticas de ajuste” en mayo de 2010, que afectaron las pensiones, salarios de los funcionarios y e inversiones, hasta un punto que no recordamos. En otros países fue más doloroso, como es bien sabido. Grecia mantuvo una larga pugna con las instituciones europeas para evitar la quiebra, y tuvo que hacer reformas en muchos sectores. Alexis Tsipras fue elegido con la promesa de hacer frente a las medidas draconianas de la UE, pero una vez que llegó al gobierno administró la misma amarga medicina, quizás con la única ventaja de explicar al pueblo griego su necesidad. Entre 2010 y 2017 Grecia aprobó 14 paquetes de ajustes, que llevaron a bajadas sustantivas de las pensiones y los salarios públicos. Irlanda y Portugal también tuvieron sus propios programas de austeridad.

Al comenzar esta gran crisis que se anuncia, España y otros países europeos no estamos en una buena posición para enfrentarla, aunque España está quizás algo mejor que Italia. Hay que aumentar el déficit y la deuda, y las diferencias de partida son importantes. Uno de los caballos de batalla serán las pensiones. Según datos de la OCDE, los países de la UE emplean hoy estos porcentajes del PIB en pensiones: Grecia 16,9, Italia 16,1, Francia 13,9, Portugal 13,3, España 11, Alemania 10,1. Igualmente, el interés de la deuda es hoy un 2,4% del PIB para España mientras que Italia paga un 3,5% de intereses. Otro asunto importante serán los salarios públicos y privados. El sueldo de los funcionarios tendrá que verse afectado, pero será preciso también moderar los salarios. A lo largo de la anterior crisis, donde más bajaron fue en Grecia e Irlanda, en España se mantuvieron, mientras que en Italia y Francia subieron, según muestra el gráfico al comienzo de este comentario. En este aspecto, que los economistas llaman devaluación interna, estamos algo mejor que los últimos países mencionados.

La nueva temporada de austeridad no será fácil. Pertenece al género del drama político y la tragedia social. Se trata de un debate abierto que implica tanto a teóricos como a decisores políticos, pero el desenlace ya se puede prever. Para exponerlo de manera sencilla, un país en crisis necesita inversiones públicas, empleo y crecimiento para salir de la crisis, y poder pagar sus deudas. Pero si la recaudación fiscal es baja, y la deuda es demasiado alta entonces no podrán realizarse las inversiones y el gasto público que necesitamos. La Unión Europea y las instituciones financieras internacionales no dispondrán de recursos suficientes ante una crisis generalizada, y conseguir fondos en el mercado será demasiado oneroso. Habrá tensiones y frustración. La prioridad será buscar el mayor grado de cooperación europea posible, y la mantener la paz social a través de pedagogía política por parte de todos los partidos.


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