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La plataforma Esglobal acaba de publicar el artículo Del centro a los extremos, donde intento arrojar luz sobre los graves problemas de nuestro tiempo. Dos ideas ayudan a comprender lo que está pasando. La primera: la polarización política resulta nefasta para la convivencia. Tal polarización no ha llegado a España, pero es fuerte en países como Francia, Italia y Estados Unidos. El posicionamiento político de los ciudadanos produce perfiles de dromedario, camello y serpiente. Cuando la mayoría de los ciudadanos se sitúa en un centro político (campana de Gauss o perfil de dromedario), el país es más fácil de gobernar. En Estados Unidos se observan dos polos, con un perfil de jorobas de camello. Si existen fuertes divisiones políticas en el interior, crece el riesgo de enfrentamiento, como ha ocurrido en Francia, que tiene un perfil de serpiente.
La plataforma Esglobal acaba de publicar el artículo Del centro a los extremos, donde intento arrojar luz sobre los graves problemas de nuestro tiempo. Dos ideas ayudan a comprender lo que está pasando. La primera: la polarización política resulta nefasta para la convivencia. Tal polarización no ha llegado a España, pero es fuerte en países como Francia, Italia y Estados Unidos. El posicionamiento político de los ciudadanos produce perfiles de dromedario, camello y serpiente. Cuando la mayoría de los ciudadanos se sitúa en un centro político (campana de Gauss o perfil de dromedario), el país es más fácil de gobernar. En Estados Unidos se observan dos polos, con un perfil de jorobas de camello. Si existen fuertes divisiones políticas en el interior, crece el riesgo de enfrentamiento, como ha ocurrido en Francia, que tiene un perfil de serpiente.
La segunda idea es que la polarización no es solo un asunto interno sino
que tiene mucho que ver con el contexto internacional. Los
objetivos en el plano internacional generan consenso dentro de los Estados. La
falta de enemigos externos, de ideales o de proyectos produce descomposición
dentro de los Estados. Esto es lo que sucede en nuestras democracias maduras,
que no saben identificar nuevos objetivos más allá de su propio
enriquecimiento, y entonces se vuelven cortas de miras y egoístas. La polarización
política y la falta de objetivos internacionales se retroalimentan en un
círculo perverso.
Dromedario, camello y serpiente
El auto-posicionamiento de los ciudadanos en una escala del cero (extrema
izquierda) al diez (extrema derecha) no es una medida exacta, pero refleja la
visión política de los votantes. Cuando esas visiones se acumulan hacia el
centro, la curva toma forma de una campana de Gauss, es decir, un perfil de
dromedario. En España se verifica tradicionalmente una campana de
este tipo escorada hacia la izquierda.
Este gráfico fue preparado por Juan José Toharia para Metroscopia en 2011. Tras la
crisis de 2008, la pendiente izquierda de la curva se elevó, pero los
ciudadanos no se situaban a sí mismos en la extrema izquierda. El nuevo
auto-posicionamiento hizo subir la curva en las casillas 3 y 4 a la izquierda
del espectro. El cambio puede observarse en los dos siguientes gráficos. Entre
2014 y el ascenso de Podemos (gráfico de arriba, estudio de Eduardo
Bayón de 2014), y la situación posterior con el ascenso de Podemos (gráfico inferior, artículo de Fernando
Garea de 2015) se aprecia el ascenso del lado izquierda de la curva pero no del extremo.
Antes de las elecciones generales de 20 de diciembre de 2015, Kiko Llaneras preparó unos gráficos que representan el
posicionamiento de los votantes de cada partido sobre esa joroba desigual.
Otro país donde la curva se eleva sobre el mismo centro político es Alemania.
El hecho de que la mayoría de votantes se sitúen en ese espacio central en
Alemania ha permitido gobiernos de gran coalición. Es más, según Munzert & Bauer 2013, la polarización
sobre asuntos económicos, inmigración y valores se redujo en Alemania entre
1980 y 2010, y solo aumentó la polarización en cuestiones relativas al
género. El gráfico siguiente muestra lo que ellos llaman la despolarización política en Alemania.
Con esta despolarización, el perfil de Alemania huyó del de otros animales y se
afianzó como un promontorio de dromedario. Este fenómeno sirvió para trabar un
fuerte consenso nacional sobre cuestiones internas y exteriores durante los
años de la crisis, capitaneado por Angela Merkel.
En España, la campana de Gauss ubicada
en el centro izquierda permitió la alternancia
política entre los dos grandes partidos (con votantes que cambiaban entre uno y
otro) así como consensos sobre cuestiones de Estado. El perfil de campana ha
sido también un fondo social aglutinador, incluso en los años de los Gobiernos
de Mariano Rajoy. Igualmente Podemos, más radical en sus comienzos, ha debido desplazarse
desde la extrema izquierda hacia una izquierda más moderada, algo que se
explica por la acumulación de identificaciones políticas hacia el centro del
conjunto de la sociedad. Como afirman repetidamente sociólogos y politólogos,
en España el mayor caladero de votos sigue estando en el centro.
En Estados Unidos, la brecha entre demócratas y republicanos ha
crecido tras el fin de la Guerra Fría. Se observa una tendencia hacia la localización
de posiciones políticas sobre asuntos clave en dos jorobas, que dan un perfil
de camello.
Según este estudio del Pew
Research Center de 2017, la polarización relativa a cuestiones
políticas y valores es más fuerte entre los más implicados políticamente, pero
también existe en el conjunto de la sociedad. El Presidente Trump ha acentuado
esa polarización deliberadamente. En Reino
Unido, el Brexit ha introducido también una división profunda de la
sociedad, con dos banderas sobre esa cuestión existencial.
Finalmente, en Francia se observa una identificación
política en una curva en forma de serpiente, que produce tres acumulaciones de
votos, en la extrema izquierda, en el centro y en la extrema derecha, según se aprecia
en este gráfico de Bertrand Lemennicier, profesor de la Universidad de Paris
Pantheon, preparado tras las elecciones regionales de 2015, y publicado bajo el
título À la recherche d’un grand parti
centriste.
La forma de serpiente en el posicionamiento político es una de las razones
que explica los sucesos violentos. La extrema izquierda y la extrema derecha
han confluido en la calle contra el normal debate democrático, huyendo de
instituciones y partidos. De hecho según el trabajo How to measure political
polarization de 2016 de Johannes Schmitt, la máxima polarización de una sociedad se produce
tanto en dos columnas totalmente separadas (que vaticinan una falta de acuerdo
total como en Venezuela, o incluso una
guerra civil), como en un triple posicionamiento
que daría una curva de serpiente como la francesa, según esta imagen del mismo
Schmitt.
El centro político en Francia ha quedado como el reducto personalizado de
Macron y algún otro político como Bayrou, pero es un centro deshabitado de
votantes, y las fuerzas que introducían moderación están en desbandada. El
partido socialista en el centro izquierda prácticamente ha desaparecido, y las
fuerzas gaullistas en el centro derecha también, esquilmadas por sus divisiones
internas.
En Italia, que tiene una curva de posicionamiento político
voluble entre el camello y la serpiente, la ausencia del centro político es
evidente. El intento de Renzi de recrear ese centro no ha funcionado, y las
últimas elecciones dieron lugar a un resultado claramente polarizado entre la
Liga Norte y Cinco Estrellas en el sur. En Italia la polarización es territorial además de política. El acuerdo de Gobierno,
en cierto modo anti-natural, en mayo de 2018 fue otro tipo de confluencia entre
los dos extremos políticos, que actúan contra el orden establecido, en este
caso el marco normativo de la Unión Europea. Salvini domina las cuestiones de
inmigración, mientras que Cinco Estrellas ataca la austeridad, en una pinza
dirigida a Bruselas.
El siguiente gráfico es otra forma de medir la polarización política. Está
tomado del trabajo de Russell Dalton de la Universidad de California, Ideology, partisanship and
democratic development, que se basa en los datos de CSES,
Comparative Study of Electoral Systems. El gráfico pone en relación el
extremismo político (la suma de
quienes se identifican como de extrema derecha y de extrema izquierda) con la
renta del país. Italia tiene un grado de
extremismo mayor que el de Francia y el de Estados Unidos, solo superado en
Europa por Polonia y Hungría.
Las alteraciones en las curvas de auto-posicionamiento político son
importantes. En este gráfico se observa la evolución en el tiempo de esa curva
en Hungría entre 1994 y 2010, con el descenso de la joroba del
dromedario y el ascenso de la extrema derecha hacia la serpiente (András Körösenyi,
Political polarization, 2013).
El problema de la polarización es que un extremo llama a otro extremo. En
Hungría subió solo la extrema derecha, pero en Francia los dos lados de la
curva han adquirido altura. El ascenso de Vox en Andalucía ha
sido en gran medida una respuesta al independentismo en Cataluña, dominado
últimamente por la extrema izquierda representada por las CUP y los CDR. Desde
2013 los antiguos nacionalistas moderados abandonaron su discurso y lo
sustituyeron por el de la izquierda nacionalista republicana tras el pacto de
gobernabilidad de Mas y Junqueras de diciembre de 2012 (Martín Ortega, España en positivo, 2018, pp. 38-39).
Afortunadamente, en España solo hemos visto ligeros movimientos en la
joroba del dromedario y no un descenso en la curva para convertirse en dos
prominencias de camello (Estados Unidos) o en una serpiente (Francia). En la
medida que los españoles sigan identificándose políticamente en el centro,
existen espacios para el consenso, sin perjuicio del debate partidista. La curva de España es muy parecida a la de
Alemania, donde la cima de la joroba está situada también en el centro
izquierda. Este estudio de 2005 de Hermann Schmitt compara las curvas de
Alemania y Francia, y en aquel momento ya se veía: (a) la curva desplazada a la
derecha en Francia, y (b) el comienzo de
la serpiente, con repuntes en los dos extremos. De hecho, los datos históricos del CSES demuestran que Alemania
y España tienen una media sobre el 4 en la escala de posicionamiento, Francia
en el 5, y Estados Unidos cerca del 6. Igualmente, Alemania y España presentan
bajas desviaciones típicas en las respuestas.
El multipartidismo en España es una
realidad que sustituye al bipartidismo, pero los viejos y nuevos partidos deben
apretujarse hacia el centro, donde les esperan los votantes (hasta que no se
detecten alteraciones graves en la joroba del camello). Es cierto que la vinculación
a partidos políticos está cayendo hace décadas: así lo muestra el gráfico con
la evolución de la identificación de los ciudadanos con los partidos en cuatro
países (RU, AL, EEUU y FR), reproducido de Russell Dalton, Party
identification and its implications, Oxford Research Encyclopedias, 2016.
La influencia de las redes sociales lleva también
a una disminución del poder de los partidos. Sin embargo, a falta de esa
identidad partidista más tradicional, el posicionamiento de los ciudadanos en
los tres tipos de curva y la polarización que resulta a veces sigue
siendo una medida útil para comprender las luchas políticas.
Nuestras sociedades no tienen ni objetivos ni enemigos y se dispersan
La ausencia de enemigos y objetivos externos hace que los ciudadanos miren
a sus ombligos y se polaricen, y la polarización impide identificar aquellos
objetivos, en un círculo perverso.
Esto se entiende bien mirando atrás, a la evolución del consenso bipartidista
sobre política exterior en Estados Unidos desde la Guerra Fría. En un estudio
de Kenneth Schultz publicado en Washington Quarterly, invierno
2018, sobre la polarización en política exterior, se observa que los usos de la
fuerza militar tienen ahora menos apoyo bipartidista que en momentos
anteriores.
Igualmente, en un estudio reciente (noviembre de 2018) del Pew Research
Center, titulado Conflicting Priorities, se constatan
crecientes disparidades en política exterior entre las visiones del mundo
demócrata y republicana.
En Europa, la crisis económica,
de la que estamos todavía sintiendo ondas de choque como un tsunami de efecto
retardado, provocó un ascenso de partidos de extrema izquierda y extrema
derecha. En un trabajo de 2016 titualdo Going to extremes, Funke, Schularick
& Trebesch midieron el ascenso de la extrema
derecha tras las crisis históricas, y comprobaron que éste es un
patrón repetido. En el siguiente gráfico se muestra la irrupción de la extrema
derecha en las tres últimas elecciones al Parlamento Europeo.
Un número de The Economist
enfocado también a esta cuestión con el título de The new political divide (30 julio 2016)
llegaba igualmente a la conclusión de que la crisis había hecho subir mucho más
a la extrema derecha que a la extrema izquierda en el conjunto de Europa, lo
que suma el nacionalismo al fenómeno
de la polarización, y confirma una nueva visión más egoísta y menos cooperativa
de la política.
Los países que se han librado de la polarización, como España, tienen una
gran reserva para definir su política interna y exterior. La polarización política dentro de los Estados hace difícil buscar
objetivos comunes internos y externos. Al mismo tiempo, la ausencia de
objetivos internacionales fomenta la polarización en el interior. Los
cínicos y los dictadores saben muy bien que no hay nada como una buena guerra o
la construcción de un enemigo externo para aglutinar a la sociedad.
La polarización tiene unas consecuencias nefastas también en el plano
internacional. En un artículo publicado en El País en
2017 titulado Ni enemigos ni objetivos,
expliqué que la ausencia de enemigos, por un lado, y la falta de objetivos
comunes, por otro, hacen que nuestras sociedades pierdan la perspectiva
internacional. Al faltar esos cementos
de unión entre los ciudadanos, los países se hacen más egocéntricos. Esto es
una paradoja en un momento en el cual los acuerdos para la gobernanza global
son más necesarios que nunca.
Esta situación provoca una etapa de disgregación, como he comentado en
otro lugar, que produce un momento
global peligroso, quizás más peligroso de lo que estamos dispuestos a
aceptar. Tras la etapa del fin de la Guerra Fría en los años 1990, en la que el
objetivo compartido fue la expansión de la democracia y la creación de nuevas
instituciones internacionales, y la etapa de la globalización en los años 2000,
durante los últimos años se observa una etapa de dispersión que es muy
preocupante. No existe un liderazgo internacional que sea capaz de salir de
este impasse.
Tal situación apunta también a otro problema más grave: la inadaptación
de la democracia al mundo actual. Durante los últimos siglos se
desarrolló un sistema que era útil para resolver las cuestiones políticas
estatales. Ahora afrontamos nuevos retos de alcance europeo y mundial. La
democracia no está programada para tratar esos problemas globales, y se dedica
a tratar solo las cuestiones estatales, las cuales, sin embargo, no pueden ser
resueltas sin la dimensión internacional.
Conclusión: Feliz como
un dromedario
En los últimos años se ha hablado mucho de populismo, manipulación del
discurso y nacionalismo. La polarización política es otro fenómeno que explica
el momento actual. Las sociedades polarizadas tienen un gran potencial de enfrentamiento y se ven
incapacitadas para encontrar consensos en política interior y exterior. Aunque
el ascenso de Podemos desde 2014 y la reciente irrupción de Vox indican que la
política en España se ha extremado ligeramente, no existe una polarización
comparable a la de otros países. El auto posicionamiento de los ciudadanos
sigue siendo una campana de Gauss situada en el centro izquierda. Esta
concentración de visiones políticas y potenciales votantes obliga a los
partidos con vocación extremista a moderar
su discurso.
La polarización explica los problemas en nuestras sociedades mejor que
otros índices. En Francia se han vivido disturbios graves y existe una
inestabilidad de fondo, cuando su índice Gini, que mide la desigualdad, es mucho mejor que el de España. En 2015, Alemania
tenía un índice Gini de 31,7, Francia de 32,7, mientras que el de España era
del 36,2. Sin embargo, los sentimientos políticos de la mayoría de los
ciudadanos ayudan a canalizar la actividad política, a pesar del auge del
multipartidismo.
En suma, es mejor disfrutar de una identificación política de la sociedad
en forma de dromedario, que transmite una coherencia
de fondo al debate. Los perfiles de doble joroba de camello (Estados Unidos
e Italia) o de serpiente (Francia) hacen más difícil el consenso. En un mundo
de polarizaciones, este cemento social que disfrutamos países como Alemania y
España, y que muchas veces pasa desapercibido, es un gran valor.
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