Francis Fukuyama ha escrito un post sobre el legado de Samuel Huntignton, que es de obligada lectura. En ese texto, Fukuyama dirige una carta a su colega fallecido para decirle cosas inquietantes. En sus obras, Huntington ponía el acento en el choque de civilizaciones, donde la cultura y la historia seguían siendo fundamentales. Mientras, Fukuyama resaltaba la homogeneidad de la globalización en los campos económico y político desde finales del siglo XX, en su "fin de la historia". Pero resulta que Fukuyama da a entender que estaba equivocado. Y esto es grave.
El breve post de Fukuyama es en
gran medida un reconocimiento de su derrota (aunque quiere dulcificar esa
sensación). Acepta que, en el mundo actual, la cultura y la identidad son
omnipresentes, y que la globalización no marcha tan rápido como
esperaba. Por este motivo, en sus últimos trabajos, Fukuyama escribe contra la
política basada en la identidad, Against
Identity Politics, y critica el nuevo tribalismo, que puede poner en juego la
democracia.
Desde el fin de la Guerra Fría el
debate entre estos dos grandes titanes de las relaciones internacionales ha
sobrevolado todo. A veces parecía que el fin de la historia y el
consenso sobre los principios económicos y políticos era dominante, como en la globalización del comercio, a veces era
el choque de civilizaciones el que se imponía, como en la lucha contra el terrorismo internacional. Ahora, los comentarios de
Fukuyama encienden una señal de alarma, porque la situación global está
dirigiéndose hacia un choque, ya no solo en las fronteras entre civilizaciones
sino también en el interior de los estados democráticos (y de la Unión
Europea). Un choque más grave porque se produce en nuestras sociedades.
Este choque interno del mundo democrático ya no está basado en cuestiones culturales, y quizás tampoco en cuestiones políticas tradicionales. El choque viene producido por una falta de objetivos comunes en nuestras sociedades. Una vez conseguida la democracia y la riqueza, ¿cuál es la siguiente meta? No sabemos en realidad, y nos deshacemos en un mundo sin Norte. ¿Cómo puede llamarse esta nueva etapa de peligro? Mirando a la historia reciente,
pueden distinguirse las siguientes etapas:
1990-2000. Etapa de globalización y
creación de un nuevo orden. Expansión de la democracia, solución de conflictos,
creación de la Unión Europea, de la OMC y de otras instituciones
internacionales. El objetivo era la creación de un nuevo orden global.
2000-2008. Etapa de expansión de la
economía y ascenso de los emergentes. La lucha contra el terrorismo no impidió
el crecimiento del comercio, la revolución tecnológica y el ascenso de China. El objetivo fue la globalización.
2008-2016. Etapa de crisis financiera
y económica. Una profunda crisis desveló los problemas del gran endeudamiento, los excesos, y la vulnerabilidad del sistema financiero, con
repercusiones políticas. El objetivo era superar la crisis.
2016 hasta la actualidad. Etapa de
disgregación. Las consecuencia política de la crisis ha sido que nuestras sociedades recelan de la globalización. Todos nos hemos convertido en más miopes y egoístas. El referéndum sobre el Brexit en junio de 2016 y la elección
de Donald Trump como Presidente de Estados Unidos en noviembre marcaron el
inicio de una nueva etapa caracterizada por la disolución del consenso sobre
grandes cuestiones globales. Surgen los particularismos, como el
nacionalismo, la identidad política, y las dudas sobre la integración
europea, el libre cambio, y las instituciones internacionales.
La disgregación se produce curiosamente
en el mundo occidental, que ya no se ve unido ni por objetivos comunes ni por enemigos, como explico aquí. Los grandes temas que habían unido antes, como la expansión de la
democracia, la integración regional, la pacificación de conflictos, o retos
globales como el medio ambiente y la tecnología, se abandonan. Los países con
poder fuerte, como Rusia o Turquía, se encuentran cómodos en esta situación. Un signo del nuevo mundo, donde adquieren importancia el liderazgo y el populismo, sería la amistad repentina de Donald Trump con Kim
Jong Un. En estas circunstancias, China se convierte en defensora del orden según
las normas surgidas en la década de 1990. ¡Cosas veredes, amigo Sancho!
Las fuerzas disgregadoras producen
desorientación. Son expresiones de miopía y egoísmo, como el auge del nacionalismo o la
crítica de normas e instituciones internacionales. Van contra el sentido de la
historia. Frente a estas fuerzas centrífugas debemos mantener la confianza en
principios y valores como la democracia, la paz, y la integración europea. Aunque
Huntington tuviera razón, necesitamos a Fukuyama. Y necesitamos ir más allá: una visión institucional y normas comunes como las que ofrecen la Unión Europea y la gobernanza global, para hacer frente a retos comunes, como el medio ambiente.
La sorpresa es que, para hacer frente a dicha fragmentación, hay que luchar. Creíamos que los principios y las instituciones internacionales eran tan evidentes que iban a imponerse por si mismos. Pero no es así. Todo lo conseguido en el último medio siglo está en peligro. Una comunidad global más pacífica, integrada y homogénea no va a imponerse de manera espontánea, y es más difícil de lograr de lo que habíamos pensado. Debemos mantener claros los objetivos y redoblar el esfuerzo. La otra vía es dejar que la disgregación actual lleve a la disolución del sistema y a una nueva etapa de enfrentamiento global. ¿Tras la etapa de disgregación viene otra de guerras y caos? Por delante tenemos una tarea heroica, y no sabemos si hay héroes.
PARA ANALIZAR ESTAS INTERESANTES CUESTIONES HE ESCRITO ESTE ENSAYO: FILOSOFÍA DE LAS RELACIONES INTERNACIONALES, DISPONIBLE EN LA WEB DE LA UNIVERSIDAD COMPLUTENSE. NO SE LO PIERDAN! Y SEGUIMOS CONVERSANDO...
La sorpresa es que, para hacer frente a dicha fragmentación, hay que luchar. Creíamos que los principios y las instituciones internacionales eran tan evidentes que iban a imponerse por si mismos. Pero no es así. Todo lo conseguido en el último medio siglo está en peligro. Una comunidad global más pacífica, integrada y homogénea no va a imponerse de manera espontánea, y es más difícil de lograr de lo que habíamos pensado. Debemos mantener claros los objetivos y redoblar el esfuerzo. La otra vía es dejar que la disgregación actual lleve a la disolución del sistema y a una nueva etapa de enfrentamiento global. ¿Tras la etapa de disgregación viene otra de guerras y caos? Por delante tenemos una tarea heroica, y no sabemos si hay héroes.
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