En casos de
crisis constitucional o guerra civil, se plantea la disyuntiva de diversos
pretendientes al gobierno legítimo de un Estado y, ante las diversas opciones, los
demás países deben decidir quién es el representante con quien van a mantener
relaciones interestatales. La práctica internacional recoge muchos casos de
este tipo. El Gobierno de México, por ejemplo, siguió reconociendo al Gobierno
de la Segunda República en el exilio tras el fin de la Guerra Civil. Estados
Unidos reconoció al Gobierno de la China nacionalista basado en Taiwan, en vez
del Gobierno comunista de Beijing, hasta 1971.
El
reconocimiento de gobiernos en estos casos de crisis es una facultad del
Gobierno de cada Estado. Se han ofrecido algunos criterios, pero no son más que
guías que pueden inspirar o no el reconocimiento en cada caso, lo que decide cada
Estado. No hay dos circunstancias internacionales iguales, y la soberanía de
los Estados supone esta capacidad de reconocimiento caso por caso. Si los
Estados deciden libremente qué nuevos Estados reconocer (reconocimiento de
Estados), también pueden decidir qué gobiernos reconocer. Quien puede lo más,
puede lo menos, según un principio general del Derecho.
Entre los
criterios que se ofrecen para el reconocimiento de gobiernos, se cita la
doctrina Tobar de 1907 que propugna el no reconocimiento de gobiernos surgidos
de revoluciones hasta que el apoyo democrático quede demostrado. La doctrina
Estrada de 1930 indica que los otros países deben abstenerse del reconocimiento
de gobiernos para evitar la intromisión en asuntos internos, por lo que deben
limitarse a enviar y recibir embajadores de la parte que crean adecuada sin
hacer un acto de reconocimiento. Algunos piensan que la doctrina Estrada
significa no hacer ningún reconocimiento, pero en realidad la idea supone
sustituir el reconocimiento explícito por otro implícito.
El
antecedente más cercano de esta problemática fue la crisis constitucional de
Honduras en 2009. Para evitar que los políticos se perpetuaran en el poder, la
Constitución de Honduras de 1982 prohibía la reelección del presidente. El
presidente Zelaya quiso modificar la Constitución para ser reelegido, algo que
fue rechazado por el poder legislativo, el cual propició la expulsión de Zelaya
del país. En un primer momento, la reacción internacional fue condenar esa
expulsión y apoyar a Zelaya. Sin embargo, con el paso del tiempo, todos los
Estados reconocieron el nuevo Gobierno elegido de Pofirio Lobo, y Zelaya
regresó al país, donde hoy sigue haciendo política en la oposición.
En
Venezuela también se ha vivido una grave crisis constitucional en los últimos
años porque existen dos poderes legislativos en paralelo. Por un lado, la
Asamblea Nacional fue elegida según la Constitución de 1999 (aprobada bajo
mandato del Presidente Chávez) y tiene una composición plural. Como Nicolás
Maduro no tenía un control absoluto de este poder, inició un proceso paralelo. Mediante
un Decreto presidencial de mayo de 2017, Maduro convocó una nueva Asamblea
Constituyente, donde el Gran Polo Patriótico, su partido, tiene 503 de los 545
escaños. El régimen anunció que había participado en su elección un 41% del censo,
mientras que la oposición afirmó que había votado la mitad. Algo similar
ocurrió en la elección presidencial de Maduro de 20 de mayo de 2018, en la que
observadores independientes estimaron que había participado un 20% del censo.
La oposición rechazó estos procesos, así como muchos Estados. Ningún país
miembro de la Unión Europea reconoció esa elección y ninguno acudió a la toma
de posesión de Maduro en enero de 2019.
El
reconocimiento de Juan
Guaidó, presidente de la Asamblea Nacional, que han realizado España y la
Unión Europea el 4 de febrero de 2019, no es un reconocimiento de gobierno al
uso, porque se han establecido condiciones. Juan Guaidó ha sido reconocido como
“presidente
encargado para convocar elecciones en el plazo más breve posible”. Este
tipo nuevo de reconocimiento es limitado, y está a la espera de un proceso
electoral democrático y abierto, con la participación de todas las fuerzas
políticas de Venezuela. España y la inmensa mayoría de los Estados miembros de la UE no
reconocen a Nicolás Maduro como legítimo presidente de Venezuela ni a su
gobierno. Pero las relaciones con su régimen no son fáciles hasta que no se realicen elecciones. En este artículo, el periódico El País explica la dificultad de las consecuencias jurídicas del reconocimiento político y limitado de Guaidó. Frente a este reconocimiento limitado, no está claro si los países europeos van a aceptar a los embajadores enviados por Guaidó, ni si van a congelar las cuentas públicas y suspender sus
relaciones con Maduro.
Se habla de reconocimiento limitado y de reconocimiento político, pero también podría decirse en este caso que se ha hecho un "reconocimiento de legislativo" en lugar de reconocimiento de gobierno. A la espera de saber las consecuencias jurídicas de este reconocimiento limitado, es crucial que se celebren elecciones cuanto antes, y que los contendientes políticos sean razonables y descarten todo uso de la fuerza. Las posiciones de España y de los países europeos que han rechazado a la asamblea de Maduro y reconocen la Asamblea Nacional no han intervenido en el proceso democrático interno porque están a la espera de unas nuevas elecciones. La autoridad más capacitada para convocar esas elecciones es la Asamblea Nacional y su presidente Juan Guaidó.
Se habla de reconocimiento limitado y de reconocimiento político, pero también podría decirse en este caso que se ha hecho un "reconocimiento de legislativo" en lugar de reconocimiento de gobierno. A la espera de saber las consecuencias jurídicas de este reconocimiento limitado, es crucial que se celebren elecciones cuanto antes, y que los contendientes políticos sean razonables y descarten todo uso de la fuerza. Las posiciones de España y de los países europeos que han rechazado a la asamblea de Maduro y reconocen la Asamblea Nacional no han intervenido en el proceso democrático interno porque están a la espera de unas nuevas elecciones. La autoridad más capacitada para convocar esas elecciones es la Asamblea Nacional y su presidente Juan Guaidó.
El
reconocimiento de gobiernos por otros Estados no es una intervención en su vida
política interna en casos de crisis constitucionales tan graves, ni está
prohibido por el Derecho Internacional como dicen algunos. España y la Unión Europea quieren una solución pacífica y democrática de esta crisis. Por
este motivo están trabajando con los países de Iberoamérica para coordinar la acción internacional en favor de la celebración de elecciones. Al mismo tiempo, no pueden aceptar ni la presencia prolongada en el poder de Maduro
por métodos no democráticos, ni todas las consecuencias nefastas que esto tiene
sobre la sociedad, incluyendo violaciones graves de derechos humanos, un desastre
económico y humanitario con una inflación superior al millón por ciento anual,
y el exilio forzoso de más de dos millones de personas que está
desestabilizando a países vecinos.
El desastre económico es evidente cuando se observan las expropiaciones caprichosas que hicieron los sucesivos gobiernos chavistas, expropiaciones que incumplieron normas internas e internacionales. Igualmente, las cuentas públicas no pueden funcionar debido al desplome del comercio exterior, exportaciones e importaciones, que tuvo lugar entre 2012 y 2016 según datos de Intracen.
Evidentemente, existe un debate internacional sobre el reconocimiento porque algunos países siguenapoyando a Maduro y las penosas consecuencias que conlleva para los venezolanos, pero el carácter no democrático de la mayoría de los países que lo apoyan es muy significativo, y habla en favor de este nuevo tipo de presión democratizadora.
El desastre económico es evidente cuando se observan las expropiaciones caprichosas que hicieron los sucesivos gobiernos chavistas, expropiaciones que incumplieron normas internas e internacionales. Igualmente, las cuentas públicas no pueden funcionar debido al desplome del comercio exterior, exportaciones e importaciones, que tuvo lugar entre 2012 y 2016 según datos de Intracen.
Evidentemente, existe un debate internacional sobre el reconocimiento porque algunos países siguenapoyando a Maduro y las penosas consecuencias que conlleva para los venezolanos, pero el carácter no democrático de la mayoría de los países que lo apoyan es muy significativo, y habla en favor de este nuevo tipo de presión democratizadora.
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