A los independentistas les explicamos bien clarito los problemas que iban a tener. Pero ellos no quisieron escuchar. Aquí dejo algunas de mis contribuciones sobre Cataluña en el diario El País, que años atrás hablaban sobre el futuro. Y acertaron!
Elegir una vía unilateral hacia la independencia fue un enorme error. Desde el Derecho Internacional se adivinaban grandes obstáculos, que fueron despreciados por los impulsores del procés con gran arrogancia. El derecho a la autodeterminación era inexistente, no iban a tener reconocimiento internacional, la Unión Europea no iba a aceptarles, las consecuencias económicas iban a ser catastróficas, y la sucesión de Estados era un escollo insalvable. Algunos fragmentos seleccionados y los vínculos a los artículos en la web de El País:
Quijotes catalanes, 30 octubre 2015
La “desconexión democrática, masiva, sostenida y pacífica con el Estado español” que quieren los independentistas introduce cuatro epítetos para dulcificar la idea de desconexión. Falta el adjetivo unilateral. Este método de separación a una banda es quijotesco y conduce al desastre, con el caballero por los suelos y graves daños en los aposentos, porque cualquiera que conozca la práctica internacional reciente sabe que las secesiones unilaterales provocan problemas insolubles referidos a multitud de cuestiones como la administración, el orden público, el territorio, las finanzas, la nacionalidad, las cuentas y los bienes públicos. Años de disputas y rencor. Pero los soberanistas ignoran los riesgos comprobados. Un rasgo muy estudiado del Quijote es su construcción paralela de la realidad. De tanto leer libros de caballerías creyó que el mundo era como él quería que fuese y no como era en verdad.
Cataluña, gato por liebre, 6 agosto 2015
Una posible mayoría absoluta en el Parlamento catalán convertida en asamblea constituyente sería un símbolo perfecto del pensamiento único que cultivan los que apoyan la independencia unilateral. La idea viola la noción de Estado de derecho defendida por el Tratado de la Unión Europea, la Constitución española y también el propio Estatut.
La experiencia internacional demuestra que hay una enorme diferencia entre los procesos independentistas que se hacen con el acuerdo de todas las partes, y aquellos en los que hay ruptura. Los soberanistas ponen como modelo a Escocia y Montenegro, pero no están dispuestos a seguir esos ejemplos.
Los partidarios de la declaración unilateral prescinden del Estado y de cualquier marco jurídico, y esta actitud arrojaría el caso catalán a otra categoría: la que plantea un conflicto abierto de consecuencias imprevisibles. Nos vamos de Escocia a Kosovo. En Cataluña existen algunos partidarios de la ruptura de la legalidad, espíritus románticos que aceptan el ‘cuanto peor, mejor’. Es comprensible que haya posturas inconscientes de este tipo, pero es más difícil entender que votantes tradicionales de Convergència quieran apartarse de la política como práctica de diálogo para buscar soluciones, y se vean secuestrados por planteamientos que parecían superados en Europa.
El derecho a decidir no existe, 16 octubre 2014
La ruptura unilateral solo podría hacerse a un coste muy alto, esto es, la desmembración de España. En su reciente comparecencia ante el Parlamento catalán, Jordi Pujol afirmó que había dedicado su vida a la construcción nacional de Cataluña. ¿Nunca cayó en la cuenta de que esa empresa solo puede hacerse con la simultánea destrucción nacional de España?
A veces se presenta la corriente soberanista como un activismo pacífico y festivo, cuando en realidad muchos otros lo perciben como un separatismo que les produce pena y rechazo. Desde el punto de vista del Estado, Cataluña es un órgano vital para el conjunto de España, y las interacciones con otros órganos vitales han sido muy intensas, lo que hace la separación un asunto existencial. Los catalanes que persiguen ciegamente ese sueño no han comprendido que su hipotética independencia, quizás seguida por la de otras partes de España, supondría una verdadera conmoción tras una etapa reciente llena de intercambios profundos y de convivencia fructífera en un proyecto común.
Nacionalismo postmoderno, 3 febrero 2014
El nuevo proyecto nacional español es moderno, inclusivo, orientado al futuro y con una proyección global. Y sobre todo dinámico y mejorable, porque deben seguir afrontándose problemas persistentes, desde la corrupción a las lagunas en la educación, pasando por el diseño de una economía más sostenible y también la articulación del poder territorial, lo que podría dar lugar a una reforma pactada de la Constitución. Un aspecto muy relevante del nuevo nacionalismo español es su carácter abierto y plural. Se trata de un nacionalismo que puede llamarse postmoderno e integrador, porque está hecho de contribuciones desde las más diversas culturas y nacionalidades de España. Permite a los nacionalistas canarios, catalanes, gallegos, vascos, o de cualquier otro origen, sentirse orgullosos de su lengua y cultura, y al mismo tiempo, cultivar una identidad múltiple como españoles y europeos.
En cambio, el proyecto independentista catalán en su versión más retrógrada es excluyente, porque no solo rechaza su participación en España, sino que también asume que puede quedar fuera de la Unión Europea. Según un enfoque de identidad múltiple, alguien puede sentirse catalán, español, europeo y ciudadano del mundo al mismo tiempo, mientras que el soberanismo catalán insiste en una identidad única, que renuncia a ser español y también, llegado el caso, al marco europeo.
El unilateralismo lleva a errores de bulto. La previsión de los radicales catalanes en torno a las buenas relaciones futuras con el resto de España después de una separación forzosa es, obviamente, ilusoria. Su vaticinio de que Europa terminará aceptando la independencia conseguida sin acuerdo previo con España, mal informado.
El reconocimiento de Cataluña, 23 noviembre 2012
Tal reconocimiento es impresicindible porque únicamente la entidad con una aceptación suficiente podrá participar en relaciones multilaterales, y acceder a organizaciones como la UE, Naciones Unidas, la OMC o el Consejo de Europa.
Artur Mas favorece la vía unilateral y debería plantearse los escenarios de futuro que abre esa exclusión del consenso en España. ¿Qué estados europeos reconocerían una independencia definida unilateralmente? ¿Cabe pensar en una situación de división en el seno de la UE como sucede con Kosovo? Fuera de Europa, ¿en qué países del mundo se apoyaría el movimiento independentista para buscar los primeros reconocimientos? ¿Se ha planeado qué hacer si no se obtienen los reconocimientos suficientes para entrar en la UE y en la ONU? ¿Qué futuro espera a los ciudadanos de esa Cataluña independiente al margen de las instituciones internacionales?
El espectro de los Balcanes, 8 febrero 2006
En el plano interno, la principal lección es que el sueño de la independencia produce monstruos. Las fuerzas políticas minoritarias que imaginan la fragmentación de España, y que prefieren citar ejemplos como Eslovenia o la antigua Checoslovaquia en lugar de precedentes más cruentos, harían bien en comparar seriamente esos casos con la realidad española. La larga existencia del Estado, la solidez de un régimen democrático de libertades y la realidad social hacen imposibles tales quimeras. Esas fuerzas también deberían comprender que el sentido de la integración europea no es arropar reivindicaciones nacionalistas, sino precisamente superar el nacionalismo rancio, de cualquier pedigrí, que sueña con establecer compartimentos políticos estancos.
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