El Presidente
Trump aprende rápido. Y es que no le queda más remedio. Dentro
de Estados Unidos su popularidad sigue baja, las élites y la prensa le
critican, y corre el riesgo de impeachment tras las elecciones mid-term
previstas para noviembre de 2018. En el plano internacional, ya se ha dado
cuenta que no puede seguir como elefante (logo de su partido) en cacharrería.
La visita a
Paris el 14 de julio fue una muestra de nuevo entendimiento con Europa. Su participación
en el G20 de Hamburgo tuvo el mismo efecto balsámico. En efecto, aprende rápido.
La gente se fija mucho en los gestos personales, las fotos, el body language y observa
que ahora hay mejor ambiente. Más importante que todo eso son los temas sobre
los que se ponen de acuerdo los líderes. Estos pasan muchas veces desapercibidos,
pero ¡pongan atención!
Macron ha
conseguido interesar a Trump en el cambio climático y ha convocado otra conferencia en Paris para el 12 de diciembre. ¿Vendrá Trump? En el G20, Trump mostró
su desacuerdo sobre este asunto pero su acuerdo sobre muchas otras cosas. En
esa misma ocasión, pactó con Putin un alto el fuego en el sur de Siria. Bienvenido
sea y ojalá se cumpla! Y en abril, con el Presidente de China en el idílico Mar
a Lago, rebajó sus críticas al gigante asiático y se tejió un acuerdo para
presionar a Corea del Norte. El muro con México (un trozo si, un trozo no) se
ha convertido en un proyecto publicitario.
En un artículo
que publiqué en marzo en El País dije que tanto Occidente como la comunidad
internacional se mostraban dispersos porque no había ni enemigos comunes, niobjetivos comunes. Al final de ese texto dije que solamente los objetivos
globales, como el medio ambiente o la resolución de crisis, podían ser el nuevo
cemento que uniera a los países en un contexto global. Los objetivos
individuales de los Estados o meramente regionales ya no son suficientes. Los
agoreros de las guerras parece que se felicitan cuando hay desacuerdos y
tensiones. Y la verdad últimamente no han faltado. Pero ahora se ve algo de luz
a la salida del túnel. ¿Será la nueva constelación de líderes mundiales, con
Macron y Merkel a la cabeza, capaz de definir unos objetivos globales?
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