Días después de que Puigdemont, con autoridad de derecho divino, fijara la fecha del 1 de octubre y una pregunta para el supuesto referéndum, las asociaciones independentistas de Cataluña con apoyo oficial organizaron un acto en Barcelona para publicitar ese intento. El acto fue de asistencia escasa, y solo los muy fanáticos siguen en el empeño. Pero lo peor de la manifestación fue el comunicado final que leyó el entrenador de fútbol Pep Guardiola.
Guardiola sabe quizás de fútbol pero es un absoluto ignorante sobre política y relaciones internacionales. En su discurso dijo entre otras cosas: "Los catalanes hoy somos víctimas de un Estado que ha puesto en marcha una persecución política impropia de una democracia". También pidió apoyo a la comunidad internacional frente a un "Estado autoritario". Hablar de "persecución política" y "Estado autoritario" en España, una democracia avanzada en el seno de la Unión Europea, con todas las garantías, descalifica completamente a Guardiola y al discurso soberanista.
Evidentemente, Guardiola no escribió ese discurso. El texto refleja más bien el estado mental de los soberanistas que prepararon el texto como gran colofón del acto. Los mismos argumentos ya fueron empleados en el Libro Blanco de la Transición Nacional, de 2014, producto de los trabajos del Consejo Asesor para la Transición Nacional desde comienzos de 2013, una institución pagada con dinero público. El Libro Blanco decía en su página 20 que la autodeterminación estaba justificada en casos de "violaciones masivas de derechos humanos", de "anexiones y ocupaciones militares injustas", y en el caso de Cataluña. Esta comparación de situaciones extremas con la situación en Cataluña era evidentemente producto de una paranoia, que nadie creyó en la comunidad internacional. Ese Libro Blanco fue traducido al inglés y fue el escaparate de la causa soberanista en el extranjero, desautorizando la propia causa porque era un verdadero despropósito. Hay que imaginar las caras de asombro que su lectura produciría en las más importantes capitales del mundo.
El Libro Blanco muestra que la exageración de Guardiola, compartida por los convocantes del acto, es un estado mental entre los independentistas desde hace años. Frente a ese lavado de cerebro que confunde lo imaginado con la realidad, el Estado no hizo lo suficiente para contrarrestar las falsas representaciones, y para explicar a todos las grandes cualidades del proyecto común de España, reconocidas y admiradas en todas partes. Los ataques contra la democracia, como fue el Libro Blanco, deben responderse antes con sensatez y con claridad.
Afortunadamente, las reacciones frente al discurso del domingo han sido contundentes y equilibradas. En un editorial del diario El País titulado "Guardiola y la convivencia" fechado el 12 de junio se dice: "El sorprendente relato de la existencia de un pueblo oprimido en el corazón de la Europa democrática no es más que eso, un relato que en ningún caso ha comprado ni va a comprar la comunidad internacional". Guardiola y los líderes soberanistas están aquejados de "inmadurez política e infantilismo democrático". Parecen Quijotes enloquecidos que prefieren ignorar la realidad. El editorial termina criticando los planes desvelados sobre el proceso soberanista: "Un proceso que, de consumarse, violaría los derechos de millones de catalanes y supondría la abolición de las instituciones democráticas catalanas (Parlament y Estatut). Ese Estado, señor Guardiola, nacido de un acto de fuerza, sin mayoría y sin reglas democráticas, sí que crearía un Estado autoritario, que nadie fuera de nuestras fronteras podría reconocer". En su Himno Ibérico de 1906, Joan Maragall pidió a Cantabria o a Cataluña hablar del mar a Castilla: "Parleu-li del mar, germans!", escribió. Parafraseando a Maragall, deberíamos invitar a todos los europeos a despertar a estos soberanistas de su pesadilla: "Hablémosles de la verdad!".
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