El periódico El País publicó el 4 de agosto pasado mi artículo titulado Cataluña, gato por liebre. Los independentistas quieren realizar un acto ilegal tras las elecciones catalanas del 27 de septiembre. Han anunciado que, si ganan por mayoría absoluta, harán una declaración unilateral de independencia. Este paso dañaría la convivencia cívica en Cataluña y en España. A continuación se reproduce el texto del artículo:
El País, 4 de agosto de 2015
Cataluña, gato por liebre
La coalición electoral ‘Juntos por el Sí’, creada para
las elecciones catalanas de septiembre, tiene dos propósitos. Para Artur Mas,
acudir a esa cita con fuerzas políticas heterogéneas es la forma de evitar un
posible descalabro electoral. En 2012, Mas cosechó el peor resultado de la
historia para Convergència i Unió. La ruptura de la alianza histórica con Unió
ha agravado el problema para Mas. Del mismo modo que Unió albergaba una minoría
rupturista, en Convergència hay un sector que desea evitar caminos peligrosos,
y que podría virar hacia el seny català que ahora
representa Duran i Lleida.
El segundo propósito de la coalición
soberanista es aprovechar la ventaja técnica que concede la Ley d’Hont a las
listas más votadas. Sumando la representación parlamentaria conseguida por la
coalición de Convergència y Esquerra, así como la de otros partidos que
respaldan el proyecto, se llegará a una mayoría absoluta en el Parlamento
catalán, que permitiría realizar una declaración unilateral de independencia.
Este plan equivale a dar gato por liebre (o garsa per perdiu, como se prefiera). Querer
declarar unilateralmente la independencia desde una mayoría parlamentaria es
una maniobra para eludir los criterios internacionales que exigen alcanzar un
respaldo suficiente en procesos democráticos con los términos del debate bien
establecidos. El dictamen del Alto Tribunal de Canadá sobre la secesión de Quebec
fijó una pauta razonable para aceptar la separación: debe verificarse una
mayoría clara ante una pregunta explícita y suficientemente debatida. Las
próximas elecciones catalanas, por mucho que se califiquen de plebiscitarias,
no suponen una pregunta clara en este sentido. La consulta de noviembre pasado
tampoco fue realizada con garantías en cuanto a las opciones ni en cuanto a los
posibles participantes, al no permitir opinar a los catalanes que vivían en el
resto de España.
Una posible mayoría absoluta en el
Parlamento catalán convertida en asamblea constituyente sería un símbolo
perfecto del pensamiento único que cultivan los que apoyan la independencia
unilateral. La idea viola la noción de Estado de derecho defendida por el
Tratado de la Unión Europea, la Constitución española y también el propio
Estatut. Como ha recordado recientemente Xavier Vidal-Folch, se requiere una
mayoría de dos tercios para reformar el Estatut, que representa la legalidad
catalana. A no ser que esa legalidad sea como la de Juan Palomo, que en el rico
refranero catalán podría decirse: cadascú s'entén, com aquell que balla tot
sol.
Desde un punto de vista comparado, el giro unilateral
que Artur Mas, Oriol Junqueras y sus socios quieren imprimir al conflicto
político supone una deriva peligrosa. La experiencia internacional demuestra
que hay una enorme diferencia entre los procesos independentistas que se hacen
con el acuerdo de todas las partes, y aquellos en los que hay ruptura. Los
soberanistas ponen como modelo a Escocia y Montenegro, pero no están dispuestos
a seguir esos ejemplos. La clave en estos dos casos fue que el Estado aceptó
realizar un referéndum con todas las consecuencias.
Los partidarios de la declaración unilateral
prescinden del Estado y de cualquier marco jurídico, y esta actitud arrojaría
el caso catalán a otra categoría: la que plantea un conflicto abierto de
consecuencias imprevisibles. Nos vamos de Escocia a Kosovo. En Cataluña existen
algunos partidarios de la ruptura de la legalidad, espíritus románticos que
aceptan el ‘cuanto peor, mejor’. Es comprensible que haya posturas
inconscientes de este tipo, pero es más difícil entender que votantes tradicionales
de Convergència quieran apartarse de la política como práctica de diálogo para
buscar soluciones, y se vean secuestrados por planteamientos que parecían
superados en Europa.
La personalidad única de Cataluña y su fuerza
específica merecen un justo reconocimiento. Pueden explorarse multitud de vías
pactadas, sin falsas urgencias y sin imperativos categóricos de ningún lado.
Los esquemas federales, la referencia de la Constitución a los fueros y la
práctica de los conciertos económicos ofrecen muchas soluciones. En esta
búsqueda de consenso, no solo debe respetarse a Cataluña sino también a España,
y desterrar los mensajes que incitan al odio. Los separatistas olvidan que,
desde el advenimiento de la democracia en España, hemos sabido construir un
Estado democrático, plural y pujante en la escena internacional. Quienes
conocen el pasado saben que este es un valor inmenso que debemos preservar.
Buenas noches,
ResponderEliminarEn que sentido considera usted que debería actuarse con respecto a una posible reforma de la CE: en el de optar por un modelo Federal, que aclarase un poco el cacao que tenemos con las autonomías y sus competencias, pero que podría dar todavía mas pie a las ideas independentistas. O quizás mejor en el sentido de dotar a Cataluña de ciertos beneficios con respecto al resto de autonomías, lo cual podría desembocar en un "café para todos"
Muchas gracias por su atención y trabajo.