martes, 7 de julio de 2015

Una amenaza difusa

El ‘No’ en el referéndum griego, el problema permanente de la deuda, las imágenes aberrantes de la crueldad en el llamado estado islámico, el riesgo de conflicto que planea sobre Ucrania, etc.

Todos estos son problemas muy graves. Pero hay otro mayor que pasa desapercibido, y que este verano ha venido a golpearnos con inusitada dureza… ¿Adivinan cuál? El cambio climático también llamado calentamiento global.

Las terribles olas de calor que estamos soportando en Europa (y particularmente en España) a lo largo de las últimas semanas son algo nunca visto. Las ciudades quedan en silencio, la gente siente que se ahoga, el bochorno parece instalado día y noche sobre nosotros sin que podamos hacer nada para ahuyentarlo.

Los efectos del cambio climático son más visibles de lo que muchos científicos, políticos y la prensa están dispuestos a admitir. Vivimos en un sistema económico de consumo que favorece la quema de recursos fósiles de manera acelerada. El carbón, el gas y el petróleo que la naturaleza tardó cientos de millones de años en generar va a ser incinerado en un periodo muy breve. Estamos sometiendo a la atmósfera a una presión insoportable.

Pero tampoco podemos acusarnos unos a otros. Todos compartimos el mismo engranaje de un modo de vida insostenible. Existen muchos desafíos y riesgos en el mundo actual, pero esta amenaza difusa se extiende por todo el planeta. La globalización de nuestro patrón económico y tecnológico puede convertirse en una amenaza en el futuro, por dos motivos: el agotamiento de recursos y el deterioro de la naturaleza. En mi libro Para comprender el mundo hablaba de la aparición de una ‘zona de peligro’ en los próximos diez o veinte años por estas razones.

Es el momento de pensar seriamente sobre un sistema de vida que no contamine tanto, que no consuma desmesuradamente, y que sea menos intensivo en el uso (o mejor decir despilfarro) de energía. Los intelectuales y los políticos deberían comenzar ya a trabajar para ello. La cita de la comunidad internacional en la Conferencia de Paris sobre el cambio climático de finales de este año debe ser la ocasión para comenzar a tomar medidas en serio, como ha señalado Teresa Ribera en este artículo para Real Instituto Elcano. También hay iniciativas ciudadanas interesantes, como por ejemplo la campaña Ni un grado más, de WWF.

Aunque es difícil introducir cambios sustanciales de manera reflexiva y consensuada. La historia muestra que no hacemos caso a las alertas. En cambio, respondemos bien a los choques, cuando ya no nos queda otro remedio. Quizás el choque más fácilmente comprensible para todos fuera que subiera el precio del petróleo de repente. Pero el petróleo sigue barato. Los países consumidores, como España, el momento. Eso es bueno para que nuestras economías crezcan. Pero el petróleo podría aumentar de precio bruscamente por razones geoestratégicas.

Otro choque que podría despertarnos del sueño que vivimos serían catástrofes naturales ligadas al cambio climático. Lo triste de esta historia es que, cuando lleguen esos desastres, será demasiado tarde para actuar, y tendremos que soportar las consecuencias de nuestras conductas. Y entonces recordaremos lo que escribió Dante en la Divina Comedia: "No hay mayor dolor que, en la miseria, recordar el tiempo feliz".

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