En su deriva sin futuro, Artur Mas acaba de realizar un acto
típico de bombero pirómano: publicar un Memorial de agravios. Después de
atentar contra el Estado y la Constitución casi cada día, a través de
declaraciones que incitan al odio, y a través de actos políticos, legislativos
y administrativos contrarios a la ley, acusa con el dedo al otro.
Afortunadamente, su Memorial ha recibido fuertes críticas entre los políticos catalanes, lo que significa que el sentido común no se ha perdido.
Artur Mas intenta
rememorar el texto que en 1885 presentaron una serie de personalidades
catalanas al Rey Alfonso XII, para quejarse por una situación que consideraban
injusta. Más abajo se incluye una versión de aquel Memorial de 1885, para que pueda
verse claramente que aquellas peticiones no ponían en juego la unidad de
España, y que todo lo que solicitaba entonces se ha realizado actualmente (salvo el
proteccionismo comercial e industrial frente a la competencia exterior que
quería la burguesía catalana).
El Memorial de Agravios de Artur Mas es injusto y
victimista. Convierte al trasgresor en ofendido. El mismo título de su papel, “Crónica
de una ofensa premeditada”, describe justo lo que ha hecho él con alevosía. Intenta dar una
imagen internacional de Cataluña poco creíble, que los países de nuestro entorno
saben que no es verdad. Su lectura desde el exterior resta credibilidad al
nacionalismo catalán. Ni siquiera desde el punto de vista de la búsqueda de la
independencia es un documento serio. Desde la gloriosa Declaración de Independencia de Estados Unidos del 4 de julio de 1776, muchas otras declaraciones han
intentado presentar una situación de abusos, que en este caso simplemente no se
da. Artur Mas vive en un limbo imaginario. Pero lo peor es que, con técnicas
propias de la propaganda política autoritaria, y con su mente calenturienta ha contagiado a muchos catalanes
de sus errores.
Memorial de Greuges 1885
Memoria en defensa de los intereses morales y materiales de
Cataluña (1885):
No tenemos, Señor, la pretensión de debilitar, ni mucho
menos atacar la gloriosa unidad de la patria española; antes por el contrario,
deseamos fortificarla y consolidarla; pero entendemos que para lograrlo no es
buen camino ahogar y destruir la vida regional para substituirla por la del
centro, sino que creemos que lo conveniente al par que justo, es dar expansión,
desarrollo y vida espontánea y libre a las diversas provincias de España para
que de todas partes de la península salga la gloria y la grandeza de la nación
española.
Lo que nosotros deseamos, Señor, es que en España se
implante un sistema regional adecuado a las condiciones actuales de ella y
parecido a alguno de los que se siguen en los gloriosísimos Imperios de
Austria-Hungría y Alemania, y en el Reino Unido de la Gran Bretaña, sistema ya
seguido en España en los días de nuestra grandeza.
Lo deseamos no sólo para Cataluña, sino para todas las
provincias de España; y si en nombre de Cataluña hablamos, es porque somos
catalanes y porque en estos momentos sentimos como nunca los males que el
centralismo nos causa.
Señor: se nos arrebató nuestro sistema administrativo, que
hoy encuentran bueno e imitan naciones cultas de Europa, para ser substituido,
primero por el sistema castellano, y hoy por una copia imperfecta y viciosa del
sistema francés.
No podemos usar nuestra lengua más que en nuestros hogares y
en conversaciones familiares; desterrada de las escuelas, lo ha sido más tarde
de la contratación pública y también de los tribunales, en los cuales muchas
veces, y por muy ilustrados que sean, ni los jueces entienden a los testigos y
procesados, ni éstos entienden a los jueces.
Y como si todo esto no fuera bastante, hace tiempo que viene
amenazándose, y hoy se intenta con empeño destruir, o cuando menos adulterar,
nuestro derecho civil, base indeleble de la robusta y moral organización de la
familia catalana y de nuestra propiedad, que va aumentando y creciendo a medida
que unas generaciones suceden a otras generaciones.
A fuerza de trabajo y privaciones sin cuento, nuestros
industriales han creado una industria española que en cuarenta años ha
progresado y alcanzado altísimo nivel. Esta industria viene siendo atacada de
raíz de algunos años a esta parte, y últimamente lo ha sido y lo es por medio
del tratado con Francia y del proyecto de modus vivendi con Inglaterra.
Preciso es reconocer que la industria de nuestro país ha
debido hacer grandes esfuerzos para sostenerse y aún aumentar en ciertos ramos,
en medio de la inestabilidad legislativa y falta de fijeza de criterio
gubernamental con que ha debido luchar. La situación normal de nuestro país ha
sido durante muchos años la de guerras civiles, revolución, crisis y
pronunciamientos continuados. A pesar de que la tendencia llamada librecambista
no ha logrado hasta ahora sus soluciones radicales a la legislación económica,
se ha manifestado, sin embargo, constantemente en todas las situaciones y desde
hace muchos años, ser una espada de Damocles suspendida sobre la producción.
Quedan todavía aranceles más o menos protectores, pero no representan ninguna
garantía de estabilidad […].
Lo dejamos ya expuesto: el núcleo de nuestro centro
industrial más importante es la manufactura algodonera, que ha creado la
atmósfera que vivifica no solo a las industrias accesorias, sino también a las
que como más desligadas aparecen y que no podrían prosperar si esta atmósfera
llegara a faltarles. A la manufactura de algodón le sigue sin duda en mucha
importancia la lanera, que tiene con ella muchos puntos de relación y contacto.
La plétora industrial de la Gran Bretaña, casualmente, se muestra más que en
otros ramos, en su producción algodonera y lanera.
¿Cómo ha de competir nuestra industria débil y contrariada,
con la más robusta, pletórica, de la nación británica? Nosotros, a fuerza de
trabajo y de constancia, hemos logrado en medio siglo establecer dos millones
escasos de husos, con los que elaboramos, en números gruesos, doscientas mil
balas de algodón anualmente; la Gran Bretaña, con sus cuarenta y cinco millones
de husos transforma cada año, por lo general, en números finos, tres millones y
medio de balas de algodón, o sea, más de la mitad de lo que en Norteamérica se
produce […]. La lucha es desigual a todas luces: no es difícil predecir de cuál
de las dos partes será la victoria […].
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