La bajada de los precios internacionales del petróleo en los últimos
meses ha sido espectacular. Después de mantenerse desde 2011 en una meseta en
torno a 110 dólares el barril, en septiembre pasado comenzó un descenso que ha
llevado a precios actuales de 50 dólares en Estados Unidos y 60 dólares en
Europa. Esta es una buena noticia para España y otros países consumidores,
porque tal nivel de precios permite acelerar el crecimiento. Ahora bien, la
fuerte caída no puede considerarse una tendencia sostenible, ya que existen
factores de peso que muy probablemente harán aumentar los precios del crudo en
el medio plazo.
El descenso de los precios tiene que ver con las expectativas de oferta
y demanda, y con las decisiones políticas de los productores. En cuanto al
juego de la oferta y la demanda, esta última no ha declinado, como parece
desprenderse de un análisis superficial. Desde el comienzo de la crisis el
consumo ha caído en los países ricos, pero los países emergentes siguen
reclamando más petróleo. Hay que recordar que el consumo global retrocedió
ligeramente en 2009 sobre el año anterior. A partir de 2010, en cambio, se
superó el listón de 2008 y desde entonces se han marcado máximos históricos año
tras año. Según estudios de la OPEP, aunque el ritmo baje, la demanda mundial
de petróleo seguirá aumentando en el futuro próximo debido al empuje de China y
de otros emergentes.
Por lo que se refiere a la oferta, existe la creencia de que la
extracción de petróleo a partir de esquistos bituminosos por medio del fracking
o fracturación hidráulica va a multiplicar la producción y dar lugar a una
nueva época de abundancia. Esta idea es exagerada por dos motivos. En primer
lugar, las reservas de petróleo de esquisto (shale oil) no son tan importantes
como las de gas. La Energy Information Administration de Estados Unidos calcula
que, en todo el mundo, el petróleo técnicamente recuperable de este tipo de
formación rocosa supone solo un diez por ciento de las reservas totales,
mientras que la cifra sube al treinta por ciento por lo que se refiere al gas.
Esto significa que, a pesar de que Estados Unidos está viviendo un auge del
fracking, no parece que este método de extracción vaya a cambiar
fundamentalmente la situación global por lo que se refiere a las reservas de
petróleo. De cara al futuro, son quizás más importantes los descubrimientos de
crudo extra pesado en la cuenca del Orinoco en Venezuela, que han situado las
reservas de este país como las primeras del mundo según BP Statistical Review.
El segundo problema del petróleo de esquisto es el coste económico y
medioambiental de su extracción y procesamiento. Donde no hace falta taladrar
en profundidad y romper la roca, como las arenas bituminosas de Alberta en
Canadá, el coste es relativamente inferior. Allí donde es preciso perforar
numerosos pozos e inyectar agua, arena y productos químicos, el gasto de esos
recursos y de energía es enorme. Por este motivo, el fracking es viable
económicamente solo con altos precios del petróleo. La caída actual de los
precios internacionales hace que muchas explotaciones dejen de ser rentables, y
que las inversiones necesarias para explotar nuevos yacimientos, sea en esas
rocas, sea en el fondo del mar o en otros entornos difíciles, no se hagan. Se
verifica así un círculo típico en los recursos: los altos precios empujan un
aumento de la oferta y desincentivan la demanda, mientras que los precios bajos
disuaden a posibles nuevos productores y hacen aumentar la demanda. Esta es la
situación actual, que puede llevar a un efecto rebote del consumo y a nuevos
picos de precios.
En consecuencia, los parámetros de oferta y demanda proyectados en el
medio plazo invitan a pensar que los precios están destinados a aumentar.
Aunque en este punto las opiniones de los expertos son divergentes, y todo
depende del optimismo con que se miren las reservas.
Pero el descenso acusado de la cotización internacional del petróleo no
ha venido provocado solamente por cálculos sobre oferta y demanda. La
geopolítica ha jugado un papel muy relevante. En otoño pasado Arabia Saudí
decidió mantener una alta producción, en contra de otros socios menos ricos de
la OPEP, que querían reducirla. Abrir el grifo del petróleo supone precios más
bajos, lo que perjudica a todos los productores, pero en particular daña a
aquellos que necesitan precios altos para equilibrar sus presupuestos
nacionales, dentro de la OPEP (Irán y Venezuela), y fuera (Rusia). Arabia Saudí
ha elegido una política de precios que impacta negativamente a su adversario
principal en la región del Golfo y a los mayores antagonistas de Estados Unidos
en otros escenarios. El primer objetivo de los saudíes es seguramente debilitar
a Irán e impedir que continúe la rehabilitación en curso del Estado persa como
socio de Estados Unidos para mantener la estabilidad en la región y luchar
contra las milicias radicales en Oriente Medio.
Arabia Saudí puede aguantar esta posición porque tiene las espaldas
cubiertas por reservas financieras, que se calculan en torno a los ochocientos
mil millones de dólares. Pero las tensiones continúan en el seno de la OPEP, ya
que muchos otros productores necesitan urgentemente precios más altos del
petróleo. La maniobra de Arabia Saudí consiste en utilizar el arma del crudo
para fines políticos, como ya ocurrió en la crisis de 1973, en aquella ocasión
a la inversa, cuando se propició una escalada de precios. Sin embargo, la
operación actual, que tiene un efecto colateral positivo sobre los
consumidores, no tiene el éxito asegurado por lo que se refiere a su fin
principal. La situación económica es delicada en Irán pero el actual gobierno
tiene argumentos fuertes para promover la cooperación con Estados Unidos en la estabilidad
de la región, si cumple el desmantelamiento pactado de su programa nuclear. Por
tanto, aunque el principal promotor de los precios bajos puede mantener un
tiempo dicha política, está recibiendo presiones para cambiarla desde socios
productores que acusan su alto coste financiero y podría darse cuenta en
cualquier momento de que sus objetivos políticos no son fáciles de conseguir.
Por estas razones, los consumidores de petróleo, como los países
europeos, deberíamos aprovechar este momento de precios bajos, pero sin olvidar
que debemos seguir preparándonos para un mundo de petróleo caro.
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