martes, 27 de noviembre de 2018

Cinco siglos de Elcano: la proyección global de España


Con ocasión del quinto centenario de la primera vuelta al mundo de Juan Sebastián Elcano, Esglobal me publicó este artículo el 6 denoviembre de 2018. En el aniversario de la primera circunnavegación a la Tierra, hablemos de cómo España debería seguir implicándose a fondo en los grandes retos globales en un momento en el que la globalización necesita ser repensada.

Celebrar el Quinto Centenario de la primera vuelta al mundo que completó Juan Sebastián Elcano (1519-1522) es un buen pretexto para formular la pregunta: en el momento presente, ¿cuántas potencias tienen una proyección global? Acostumbrados a todo tipo de rankings y análisis cuantitativos, esta cuestión puede resultar extraña porque obliga a tener en cuenta cualidades muy diversas, y no solo datos. Es obvio que los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU disfrutan de una proyección global. Les siguen tres de los cuatro candidatos a ese asiento permanente: Alemania, el tercer exportador del planeta tras China y Estados Unidos; Japón, potencia económica y tecnológica; e India, segundo poder en población aunque algo despreocupado de los asuntos mundiales. ¿Y Brasil? Este país es sin duda una potencia regional, pero ¿cuenta con proyección global? La respuesta no está clara y distintos expertos darán opiniones diferentes. Si admitimos que dicha proyección incluye no solo la economía sino aspectos como la historia, la cultura, y una presencia en todo el mundo, es muy posible que España sea una mejor candidata a esa categoría, incluso por delante de Estados que están por encima en los rankings económicos y de población, o que pronto lo estarán al ser emergentes, como Canadá, Corea del Sur, Indonesia, Italia, México, Nigeria o Turquía.

Las bases históricas de la proyección global de España fueron la expansión en América iniciada en 1492 y la presencia en todos los continentes inaugurada por el viaje de Elcano. Pero esa proyección continúa hasta la actualidad debido a dos progresos recientes. El primero es de naturaleza política. Desde la Constitución de 1978 y la entrada en la Unión Europea, España puede presentarse en todo el mundo como una democracia avanzada, lo que es una garantía de relaciones internacionales sanas, basadas en principios. El segundo fenómeno es el éxito empresarial español desde los 90, y sobre todo en la época de bonanza entre 2000 y 2008, que nos llevó a participar plenamente en los procesos de globalización.

En consecuencia, no solamente por historia sino también por logros actuales, como la democracia y el éxito económico, España tiene una proyección global y es reconocida y respetada en todo el planeta. Todo esto se asienta en un PIB que ocupa el puesto número 14 en la escala mundial y una dimensión reducida en términos de población. Esto plantea una tarea global enorme con unas fuerzas limitadas. Para describir ese lugar en el tablero internacional, los documentos oficiales de los últimos Gobiernos han acuñado la expresión: “España es una potencia media con proyección global”.

Pérdida de memoria global

La importancia de un Estado se mide también por su memoria. En nuestro imaginario colectivo, la primera vuelta al mundo será seguramente tan discutida como lo es la presencia colonial en América, en especial cuando se aproxima cada 12 de octubre. Esto es una anomalía. En los países europeos existen consensos sobre la lectura de su Historia, que no impiden mantener posiciones políticas diferentes o incluso críticas hacia el propio Estado. La presencia colonial en América fue mucho más positiva de lo que supone la opinión pública en España, sobre todo si se compara con otras aventuras coloniales europeas, y el esfuerzo para conocer e investigar nuevos espacios fue admirable, como demuestra la primera circunnavegación global.
El 500 aniversario servirá para organizar actos conmemorativos, pero ¿se usará también para situar la gesta en su contexto histórico? El acontecimiento se enmarca en el mismo origen de la modernidad. La aventura americana y el viaje de exploración en torno al globo forman parte de ese afán de descubrimiento. El debate en España sobre los derechos de los indígenas, muy avanzado para su tiempo, supuso una preocupación humanista, que debería considerarse parte del Renacimiento europeo.

El primer viaje en torno al globo significó igualmente una apertura de España y Europa hacia otras realidades geográficas lejanas. No solo América sino también Asia. Durante siglos, algunos países europeos, como Holanda, Inglaterra y Portugal, compartieron con España el interés por la región del Pacífico. Sin embargo, toda esta memoria se ha perdido en España. Figuras como Diego de Pantoja en China, San Francisco Javier en Japón, el viaje del nipón Hasekura Tsunenaga a España (1613-1620), o la actividad comercial del galeón de Manila, son solo objeto de estudio para los especialistas.

Lamentablemente, España no ha realizado desde la Transición un relato coherente de su Historia y de sus evoluciones recientes como democracia europea y abierta al mundo. Por este motivo, se producen tantas representaciones falsas y tantos tópicos sobre la etapa colonial y la leyenda negra. Cuando, en realidad, las críticas de los religiosos y humanistas españoles frente a los abusos que estaban cometiendo sus compatriotas deberían ser interpretadas como un signo avanzado de modernidad, que no se vivió en otras expansiones coloniales.

La pérdida de las últimas colonias en 1898 supuso un retraimiento del interés global de España. La no participación en la Primera Guerra Mundial y su papel ambiguo durante la Segunda dejó a nuestro país fuera de las grandes mesas de decisiones de la primera mitad del siglo XX. Cuando la democracia se estableció firmemente con la Transición, la proyección de España en el mundo se limitaba a la consabida triple dimensión: Europa, Iberoamérica y el Mediterráneo. En 40 años de democracia, España ha ampliado su perspectiva internacional de manera considerable hasta llevarla a una completa visión global. Realizar este cambio tan rápidamente solo fue posible gracias al poso global de nuestra Historia.

Los intereses globales de España

España pertenece a tres familias simultáneamente: europea, iberoamericana y occidental. Formar parte de la familia europea permite participar activamente en el proyecto de integración de la Unión Europea. La familia iberoamericana está construida sobre una lengua y unos sentimientos comunes. Esta relación nos da una visión distinta, rejuvenecedora, que sigue teniendo un gran potencial, y que diferencia a España de muchas otras potencias europeas. En fin, la familia occidental significa una convicción en la democracia, la dignidad e igualdad humanas y los derechos y libertades fundamentales, así como otros principios de Derecho Internacional, que debe mantenerse incluso en casos de incumplimientos puntuales de esos principios.

Además, España tiene una cercanía especial con el Mediterráneo, hasta el punto de que algunos afirman que el país pertenece también una familia mediterránea. Sin embargo, no puede afirmarse que el Mediterráneo se haya convertido todavía en una región política. España ha jugado un papel muy importante para comenzar a construir un nuevo espacio político en esta región geográfica, desde la Conferencia Euro-mediterránea en 1995, pero queda mucho por hacer en este campo.

Sobre la base de esa triple pertenencia y de la vecindad mediterránea, en la etapa democrática España ha ido desarrollando líneas de política exterior hacia las más diversas regiones, abarcando hoy a todo el mundo. Para empezar, hemos establecido unas nuevas relaciones con Estados Unidos, que se basan en una reinterpretación de la Historia, y abarcan los más diversos campos de la cultura a la defensa. Ahora estas relaciones adquieren una fuerza especial debido al creciente peso de los hispanos. España además enmarca estas relaciones bilaterales en la firme relación entre EE UU y la Unión Europea, como demostró impulsando en su día la Nueva Agenda Transatlántica.

Con el fin de diseñar un nuevo planteamiento de las relaciones con la región asiática, el primer Plan Asia-Pacífico fue lanzado en 2000. El último documento de planificación es la Visión Estratégica para España en Asia 2018–2022, que contiene una serie de recomendaciones a las administraciones públicas para poner al día nuestra política exterior en la región. El enorme tamaño, la gran variedad y la tremenda dinámica de ese espacio hacen que la presencia oficial de España en Asia sea un reto, por lo que nuestros medios diplomáticos y consulares están reorientándose durante los últimos años para intentar hacer frente al desafío.

En un mundo globalizado, la geografía cuenta, y la cercanía de África hace que este espacio sea fundamental para España. Los documentos del Ministerio de Asuntos Exteriores lo reconocen sin contemplaciones: África es una prioridad estratégica y política para España. El primer Plan África fue aprobado en 2006, y los sucesivos planes han establecido los objetivos en la región, como la estabilidad, el desarrollo económico y la promoción de los derechos humanos. En el continente vecino, el reto es también mantener una presencia diplomática efectiva.

Aunque España demuestra una proyección global, por historia, cultura e intereses, el núcleo de su acción exterior fuera de Europa sigue estando en América Latina. Para facilitar las relaciones regionales, se han creado importantes instituciones como las Cumbres Iberoamericanas de Jefes de Estado y de Gobierno, la Comunidad Iberoamericana de Naciones (que ha tenido su XXVI reunión en Guatemala) y la Secretaría General Iberoamericana. La relación histórica con esta región hermana se ha convertido en un intenso entramado de conexiones en los dos sentidos.

Desde su mismo origen a finales del siglo XV, España ha sido puente entre Europa y África, entre el Mediterráneo y el Atlántico, y entre Europa, América y el resto del mundo. El primer viaje en torno al globo, completado por Juan Sebastián Elcano en 1522, es el más potente símbolo de esa proyección global. Durante siglos, la apertura a todo el mundo ha generado una visión global en España, y una capacidad para entender la complejidad de los problemas internacionales. Los españoles tienen una cultura y un carácter mestizos, hechos de influencias muy diversas, que vienen de Europa, de América y del Mediterráneo. Esa proyección global y esa mentalidad abierta deben servir ahora para afrontar los retos globales de futuro. A pesar de ser un Estado de dimensión media, España tiene la responsabilidad de seguir participando en la construcción europea y de implicarse a fondo en los grandes desafíos que afectan al planeta. Estuvo en el mismo origen de la globalización y debe estar en el momento en que el éxito de esa globalización exige establecer nuevas reglas.

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