Con ocasión del quinto centenario de la primera vuelta
al mundo de Juan Sebastián Elcano, Esglobal me publicó este artículo el 6 denoviembre de 2018. En el aniversario de la primera circunnavegación a la
Tierra, hablemos de cómo España debería seguir implicándose a fondo en los
grandes retos globales en un momento en el que la globalización necesita ser
repensada.
Celebrar el Quinto Centenario de la primera vuelta al
mundo que completó Juan Sebastián Elcano (1519-1522) es un buen pretexto para
formular la pregunta: en el momento presente, ¿cuántas potencias tienen una
proyección global? Acostumbrados a todo tipo de rankings y análisis
cuantitativos, esta cuestión puede resultar extraña porque obliga a tener en
cuenta cualidades muy diversas, y no solo datos. Es obvio que los cinco
miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU disfrutan de una
proyección global. Les siguen tres de los cuatro candidatos a ese asiento
permanente: Alemania, el tercer exportador del planeta tras China y Estados
Unidos; Japón, potencia económica y tecnológica; e India, segundo poder en
población aunque algo despreocupado de los asuntos mundiales. ¿Y Brasil? Este
país es sin duda una potencia regional, pero ¿cuenta con proyección global? La
respuesta no está clara y distintos expertos darán opiniones diferentes. Si
admitimos que dicha proyección incluye no solo la economía sino aspectos como
la historia, la cultura, y una presencia en todo el mundo, es muy posible que
España sea una mejor candidata a esa categoría, incluso por delante de Estados
que están por encima en los rankings económicos y de población, o que pronto lo
estarán al ser emergentes, como Canadá, Corea del Sur, Indonesia, Italia,
México, Nigeria o Turquía.
Las bases históricas de la proyección global de España
fueron la expansión en América iniciada en 1492 y la presencia en todos los
continentes inaugurada por el viaje de Elcano. Pero esa proyección continúa
hasta la actualidad debido a dos progresos recientes. El primero es de
naturaleza política. Desde la Constitución de 1978 y la entrada en la Unión
Europea, España puede presentarse en todo el mundo como una democracia
avanzada, lo que es una garantía de relaciones internacionales sanas, basadas
en principios. El segundo fenómeno es el éxito empresarial español desde los
90, y sobre todo en la época de bonanza entre 2000 y 2008, que nos llevó a
participar plenamente en los procesos de globalización.
En consecuencia, no solamente por historia sino también
por logros actuales, como la democracia y el éxito económico, España tiene una
proyección global y es reconocida y respetada en todo el planeta. Todo esto se
asienta en un PIB que ocupa el puesto número 14 en la escala mundial y una
dimensión reducida en términos de población. Esto plantea una tarea global
enorme con unas fuerzas limitadas. Para describir ese lugar en el tablero
internacional, los documentos oficiales de los últimos Gobiernos han acuñado la
expresión: “España es una potencia media con proyección global”.
Pérdida de memoria global
La importancia de un Estado se mide también por su
memoria. En nuestro imaginario colectivo, la primera vuelta al mundo será
seguramente tan discutida como lo es la presencia colonial en América, en
especial cuando se aproxima cada 12 de octubre. Esto es una anomalía. En los
países europeos existen consensos sobre la lectura de su Historia, que no
impiden mantener posiciones políticas diferentes o incluso críticas hacia el
propio Estado. La presencia colonial en América fue mucho más positiva de lo
que supone la opinión pública en España, sobre todo si se compara con otras
aventuras coloniales europeas, y el esfuerzo para conocer e investigar nuevos
espacios fue admirable, como demuestra la primera circunnavegación global.
El 500 aniversario servirá para organizar actos
conmemorativos, pero ¿se usará también para situar la gesta en su contexto
histórico? El acontecimiento se enmarca en el mismo origen de la modernidad. La
aventura americana y el viaje de exploración en torno al globo forman parte de
ese afán de descubrimiento. El debate en España sobre los derechos de los
indígenas, muy avanzado para su tiempo, supuso una preocupación humanista, que
debería considerarse parte del Renacimiento europeo.
El primer viaje en torno al globo significó igualmente
una apertura de España y Europa hacia otras realidades geográficas lejanas. No
solo América sino también Asia. Durante siglos, algunos países europeos, como
Holanda, Inglaterra y Portugal, compartieron con España el interés por la
región del Pacífico. Sin embargo, toda esta memoria se ha perdido en España.
Figuras como Diego de Pantoja en China, San Francisco Javier en Japón, el viaje
del nipón Hasekura Tsunenaga a España (1613-1620), o la actividad comercial del
galeón de Manila, son solo objeto de estudio para los especialistas.
Lamentablemente, España no ha realizado desde la
Transición un relato coherente de su Historia y de sus evoluciones recientes
como democracia europea y abierta al mundo. Por este motivo, se producen tantas
representaciones falsas y tantos tópicos sobre la etapa colonial y la leyenda
negra. Cuando, en realidad, las críticas de los religiosos y humanistas
españoles frente a los abusos que estaban cometiendo sus compatriotas deberían
ser interpretadas como un signo avanzado de modernidad, que no se vivió en
otras expansiones coloniales.
La pérdida de las últimas colonias en 1898 supuso un
retraimiento del interés global de España. La no participación en la Primera
Guerra Mundial y su papel ambiguo durante la Segunda dejó a nuestro país fuera
de las grandes mesas de decisiones de la primera mitad del siglo XX. Cuando la
democracia se estableció firmemente con la Transición, la proyección de España
en el mundo se limitaba a la consabida triple dimensión: Europa, Iberoamérica y
el Mediterráneo. En 40 años de democracia, España ha ampliado su perspectiva
internacional de manera considerable hasta llevarla a una completa visión
global. Realizar este cambio tan rápidamente solo fue posible gracias al poso
global de nuestra Historia.
Los intereses globales de España
España pertenece a tres familias simultáneamente:
europea, iberoamericana y occidental. Formar parte de la familia europea
permite participar activamente en el proyecto de integración de la Unión
Europea. La familia iberoamericana está construida sobre una lengua y unos
sentimientos comunes. Esta relación nos da una visión distinta, rejuvenecedora,
que sigue teniendo un gran potencial, y que diferencia a España de muchas otras
potencias europeas. En fin, la familia occidental significa una convicción en
la democracia, la dignidad e igualdad humanas y los derechos y libertades
fundamentales, así como otros principios de Derecho Internacional, que debe
mantenerse incluso en casos de incumplimientos puntuales de esos principios.
Además, España tiene una cercanía especial con el
Mediterráneo, hasta el punto de que algunos afirman que el país pertenece
también una familia mediterránea. Sin embargo, no puede afirmarse que el
Mediterráneo se haya convertido todavía en una región política. España ha
jugado un papel muy importante para comenzar a construir un nuevo espacio
político en esta región geográfica, desde la Conferencia Euro-mediterránea en
1995, pero queda mucho por hacer en este campo.
Sobre la base de esa triple pertenencia y de la
vecindad mediterránea, en la etapa democrática España ha ido desarrollando
líneas de política exterior hacia las más diversas regiones, abarcando hoy a
todo el mundo. Para empezar, hemos establecido unas nuevas relaciones con
Estados Unidos, que se basan en una reinterpretación de la Historia, y abarcan
los más diversos campos de la cultura a la defensa. Ahora estas relaciones
adquieren una fuerza especial debido al creciente peso de los hispanos. España
además enmarca estas relaciones bilaterales en la firme relación entre EE UU y
la Unión Europea, como demostró impulsando en su día la Nueva Agenda
Transatlántica.
Con el fin de diseñar un nuevo planteamiento de las
relaciones con la región asiática, el primer Plan Asia-Pacífico fue lanzado en
2000. El último documento de planificación es la Visión Estratégica para España
en Asia 2018–2022, que contiene una serie de recomendaciones a las
administraciones públicas para poner al día nuestra política exterior en la
región. El enorme tamaño, la gran variedad y la tremenda dinámica de ese
espacio hacen que la presencia oficial de España en Asia sea un reto, por lo
que nuestros medios diplomáticos y consulares están reorientándose durante los
últimos años para intentar hacer frente al desafío.
En un mundo globalizado, la geografía cuenta, y la
cercanía de África hace que este espacio sea fundamental para España. Los
documentos del Ministerio de Asuntos Exteriores lo reconocen sin
contemplaciones: África es una prioridad estratégica y política para España. El
primer Plan África fue aprobado en 2006, y los sucesivos planes han establecido
los objetivos en la región, como la estabilidad, el desarrollo económico y la
promoción de los derechos humanos. En el continente vecino, el reto es también
mantener una presencia diplomática efectiva.
Aunque España demuestra una proyección global, por
historia, cultura e intereses, el núcleo de su acción exterior fuera de Europa
sigue estando en América Latina. Para facilitar las relaciones regionales, se
han creado importantes instituciones como las Cumbres Iberoamericanas de Jefes
de Estado y de Gobierno, la Comunidad Iberoamericana de Naciones (que ha tenido su XXVI reunión en Guatemala) y la
Secretaría General Iberoamericana. La relación histórica con esta región
hermana se ha convertido en un intenso entramado de conexiones en los dos
sentidos.
Desde su mismo origen a finales del siglo XV, España ha
sido puente entre Europa y África, entre el Mediterráneo y el Atlántico, y
entre Europa, América y el resto del mundo. El primer viaje en torno al globo,
completado por Juan Sebastián Elcano en 1522, es el más potente símbolo de esa
proyección global. Durante siglos, la apertura a todo el mundo ha generado una
visión global en España, y una capacidad para entender la complejidad de los
problemas internacionales. Los españoles tienen una cultura y un carácter
mestizos, hechos de influencias muy diversas, que vienen de Europa, de América
y del Mediterráneo. Esa proyección global y esa mentalidad abierta deben servir
ahora para afrontar los retos globales de futuro. A pesar de ser un Estado de
dimensión media, España tiene la responsabilidad de seguir participando en la
construcción europea y de implicarse a fondo en los grandes desafíos que
afectan al planeta. Estuvo en el mismo origen de la globalización y debe estar
en el momento en que el éxito de esa globalización exige establecer nuevas
reglas.
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