Este post es una confesión personal. Durante años he enseñado el Derecho Internacional y las relaciones internacionales a miles de alumnos en varias universidades. Escribí libros y publiqué artículos en la prensa para defender un mundo más pacífico, más natural y un mayor respeto de los derechos y las libertades de todos. También trabajé en la política exterior como funcionario del Gobierno y de la Unión Europea, en think tanks, y participé en un sinnúmero de reuniones y conferencias. Y la conclusión después de todo esto es que el derecho, la política y la diplomacia no pueden detener el enorme nivel de destrucción que estamos causando en el medio ambiente, ni tampoco los abusos de derechos en el plano internacional.
Las medidas actuales para conseguir la paz, defender los derechos humanos, y proteger el medio ambiente deben continuar. El Derecho Internacional y la gobernanza global deben ser reforzados. Por mi parte, seguiré trabajando para proponer y defender normas y medidas técnicas más avanzadas. Pero, al mismo tiempo, hace falta un nuevo enfoque ético y espiritual, porque las normas estatales e internacionales, las innovaciones tecnológicas y las energías renovables no son suficientes para detener la deriva destructiva en la que nos hemos precipitado.
Por estos motivos, decidí cambiar mi actividad docente en la Universidad por un compromiso mayor con los nuevos cambios que necesitamos. A partir de ahora, dedicaré mi tiempo al análisis de los problemas globales desde un punto de vista amplio, en la plataforma Inteligencia Global, y también a la promoción de dicho enfoque ético y filosófico, expuesto en mi ensayo Amor para sanar el mundo. En la Feria del Libro de Madrid me dediqué a explicar este nuevo enfoque a los más jóvenes, que lo entendían muy bien (foto que abre este post).
Contemplar cómo los problemas del mundo se agravan sin remedio me situó en un dilema. Podía seguir realizando una cómoda actividad académica o podía implicarme más a fondo. Podía seguir pretendiendo que las medidas parciales son suficientes o debía advertir de que vamos mal y actuar en consecuencia.
El mundo actual está sometido a un gravísimo peligro, aunque preferimos no mirar. Estamos ante una disyuntiva entre Creación y destrucción. El deterioro del medio ambiente es clarísimo y nos sitúa ante un futuro catastrófico. Existen actitudes bien intencionadas en España y en Europa para reducir las emisiones y usar más renovables con el fin de frenar el cambio climático. Pero estas actitudes no tienen en cuenta la gravedad de la situación global.
El siguiente gráfico muestra el aumento espectacular del consumo de energía mundial en algo más de un siglo, según Our World in Data.
Este consumo colosal de energía, que atiende las necesidades de 7.800 millones de habitantes del planeta, ha producido un aumento formidable de las emisiones de gases de efecto invernadero, como indica este otro gráfico.
Cuando se habla de transición energética o de conseguir una economía neutra en carbono para mantener la temperatura global dentro de los Acuerdos de París, se ignoran estas realidades del consumo global de energía y las emisiones globales. Los científicos nos explican lo que esto significa para la vida en el planeta y para la humanidad. El siguiente gráfico es fundamental para entender nuestro futuro.
En este cuadro se muestran los escenarios de aumento de temperatura que los científicos esperan en las próximas décadas. Con las políticas actuales llegamos a una subida de tres grados a finales de siglo (banda naranja), lo que tendrá consecuencias nefastas. Incluso si cumplimos los compromisos actuales, llegaremos a un aumento de 2,4 grados (línea azul en el centro), que da lugar a mundo lleno de inestabilidad. Pero la verdad es que la inacción actual, la falta de compromisos reales y la continuación del uso intensivo de fuentes fósiles nos sitúan más bien en la banda color malva de aumentos de temperatura global hacia los cuatro grados, lo que haría inhabitable la mayor parte del planeta. Esto no puede tomarse a la ligera.
Muchos políticos
y observadores internacionales ignoran estas advertencias, como también las
ignora el público en general, que quiere seguir viviendo bien, sin pensar en
las consecuencias futuras... y en un futuro no tan lejano. Personalmente, creo que los graves riesgos que nos acechan obligan a un cambio de actitud: ha llegado el momento
de un compromiso más profundo con la continuidad de la vida y de la Creación.
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