Morocco as a political model. English summary
The
long-lasting compromise between moderate Islamists and official parties in
Morocco is a success story. In October 2016 legislative elections led to a PJD
majority in Parliament. King Muhammad VI and Moroccan elites have accepted the
outcome and are overseeing negotiations to share Government seats. PJD moderate
Islamists, run by Abdelilah Benkirán, are also showing wisdom and judiciousness.
Such agreements between political parties should be an inspiration for the Arab
world, where lack of understanding between political forces has occasionally led
to civil wars. In contrast, Morocco is enjoying political stability and
economic growth. Morocco appears as the new model for the Arab world.
En las elecciones legislativas de octubre pasado
ocurrió un fenómeno muy interesante en Marruecos. Los islamistas moderados del
Partido Justicia y Desarrollo (PJD) volvieron a ganar las elecciones con un
mejor resultado que en 2011, mientras el Rey Mohammed VI y el Majzén (el poder
establecido) aceptaron ese escrutinio, en un ejercicio de moderación de ambas
corrientes que es un modelo para el mundo árabe. Desde luego, existen tensiones
entre las dos orientaciones políticas, islamistas y oficialistas, que están
dificultando la creación de un nuevo Gobierno de coalición desde octubre. Sin
embargo, la prudencia sigue presidiendo la vida política en Marruecos, y esto
es una magnífica noticia para los marroquíes y para el resto del mundo,
necesitado como está de evoluciones políticas positivas.
La experiencia marroquí
debe ser vista en perspectiva comparada. Tras las primaveras árabes, algunos
países de la región se precipitaron en una dolorosa espiral de guerras civiles,
como Libia y Siria. Otros sufrieron fuertes convulsiones porque los actores
políticos en discordia no supieron hallar espacios de consenso. Los Hermanos
Musulmanes introdujeron reformas radicales en Egipto que provocaron el rechazo
de otras fuerzas en liza. Por el contrario, algunos países acertaron a
emprender un rumbo de reformas que, a pesar de las enormes dificultades,
podrían cimentar la convivencia política. Túnez celebró elecciones en 2014 que
llevaron a la victoria del partido modernizador Nidaa Tunes, liderado por el
Presidente Essebsi, con los islamistas de Ennahda en la oposición (partido que
ha cambiado su nombre a Musulmanes Demócratas), descartado planteamientos
radicales. Marruecos introdujo reformas constitucionales en 2011 y, desde
entonces, los islamistas moderados del PJD gobiernan en coalición con fuerzas
oficialistas. Ambos países están recibiendo una consideración especial por
parte de la Unión Europea, en apoyo a sus avances.
En Marruecos nadie
quiere que el tren del diálogo político descarrile. A lo largo de la última
legislatura, el Gobierno presidido por Abdelilá Benkirán, líder del PJD, tuvo
que guardar un equilibrio entre los ministerios asignados a los islamistas y
las carteras conocidas como de soberanía que fueron ejercidas por
personalidades más cercanas a palacio. El nuevo Gobierno de coalición que se
está negociando se basará en un equilibrio similar. Esta apuesta por el
consenso dice mucho en favor de la capacidad política de los dirigentes del
país vecino, comenzando por el propio Rey Mohammed VI, que es consciente de la
necesidad de reformas, y por el jefe del Gobierno Benkirán. La personalidad de
Abdelilá Benkirán es clave en este proceso porque ha sabido hablar el lenguaje
de la calle, contactar con las necesidades de una mayoría y criticar a las
élites, al mismo tiempo que impulsaba políticas pragmáticas. Salvando las
distancias, su hábil papel en la adaptación de la ideología a la realidad
recuerda al del primer Felipe González en los años 1980.
Como han observado los
profesores Bernabé López García y Miguel Hernando de Larramendi en un estudio
publicado por Real Instituto Elcano, la habilidad de Benkirán y sus
colaboradores radica en mantener el espíritu islamista y realizar una política
económica sensata. A pesar de dirigir el gobierno durante años y tener que
tomar algunas medidas impopulares, como la subida de precios de los
carburantes, el PJD no sufrió el desgaste del poder, y obtuvo un mejor
resultado en octubre (127 escaños) que en las anteriores elecciones. Su énfasis
en la lucha contra la corrupción y la racionalización de los métodos de
gobierno ha dado réditos electorales.
Estas líneas de acción
se complementan con la actitud constructiva de los poderes establecidos, lo que
al final produce una estabilidad política que otros países árabes pueden envidiar.
Marruecos ha experimentado un crecimiento regular del PIB desde el año 2000,
sin sufrir los efectos de la crisis. En 2015, el crecimiento fue del 4,5 %,
aunque para 2016 se espera una cifra menor debido a peores cosechas agrícolas.
Sin duda, numerosos
problemas persisten en Marruecos: la sociedad exige mejoras en la educación y
en las infraestructuras. Son precisos avances en la igualdad, el sistema
impositivo y el Estado de derecho. En el plano internacional, la normalización
de las relaciones entre los países del Magreb y la resolución de la
controversia del Sáhara occidental introducirían una dinámica positiva. Con
esas posibles mejoras, estaríamos ante una región emergente, evolución que
España y el conjunto de la Unión Europea deberían seguir apoyando como
prioridad de política exterior.
No hay comentarios:
Publicar un comentario