miércoles, 27 de septiembre de 2017

El Barça y el respeto en el fútbol

Para impedir la violencia física y verbal en el fútbol, la UEFA creó en 2008 la campaña RESPECT. La palabra elegida aparece en los campos y en las camisetas de los jugadores. La idea no se refiere solo a los rivales, sino también a las reglas de juego, al árbitro, e incluso a valores más esenciales como la lucha contra el racismo. Todo el mundo piensa que es intolerable que, amparados en el anonimato de una grada, los hinchas de cualquier equipo se dediquen a pitar o insultar a un jugador africano por el color de su piel. Sin embargo, parece que se pueda increpar o insultar a los demás ciudadanos como si tal cosa, como si los compatriotas no fueran dignos de respeto y no tuvieran sentimientos. 
La palabra elegida por la UEFA no tiene importancia. Es inglés, pero todos lo entendemos porque viene del latín. En gallego se dice respecto. En portugués, en cambio, se dice rispeito. Este es un concepto que Mourinho no entendió cuando clavó el dedo en el ojo a Tito Vilanova, un gran profesional de querida memoria.
En la web de la UEFA se dice que esta campaña busca también la “promoción de la diversidad, la paz y la reconciliación”, y... ¡hasta el respeto por el medio ambiente! En catalán respeto se dice respecte. Sin duda, los catalanes merecen respeto, a diferencia de lo que ocurrió años atrás cuando la lengua y las instituciones catalanas estuvieron relegadas. Pero durante la larga etapa democrática que estamos viviendo, en España disfrutamos de un marco de convivencia de los más avanzados de Europa, donde el respeto tiene que funcionar en todos los sentidos.
Tras décadas de democracia, los catalanes también deben respetar a sus compatriotas, e igualmente a los símbolos, las leyes y las instituciones del Estado. Es una obligación jurídica y moral. Evidentemente, pueden existir demandas para cambiar la Constitución o las leyes, y quienes piensan así tienen derecho a proponerlo. Pero también debe respetarse todo lo que nos une, la etapa mejor de nuestra Historia, el Estado que nos hemos dado, y que ha garantizado el progreso y la defensa de derechos y libertades en el marco de la Unión Europea. Por esto, no se entiende que el FC Barcelona se haya pronunciado sobre el referéndum del 1 de octubre, entrando en un terreno que no le corresponde y poniendo en juego algo tan importante como la Constitución y las leyes. ¿Cómo puede un club de fútbol que participa en la Liga española y que tiene proyección global poner en duda la democracia en España? Esto es una falta de respeto y un abuso hacia los demás españoles.
 Cuando una parte de un estadio pita a un africano en un partido de fútbol, entonces la UEFA y las leyes pueden imponer sanciones por racismo. Los clubs de fútbol han aceptado que esto es necesario. Basado en la misma idea de respeto, es inaceptable que esos clubs promuevan actuaciones contra el marco de vida común y contra los valores europeos de paz, convivencia e integración. 
Los socios del Barça y el club pueden mantener las posiciones políticas que quieran. Pero desde luego no pueden actuar contra los principios de respeto, paz y convivencia, y contra los derechos y libertades de todos. Por mucho que se crean demócratas y avanzados, si lo hacen, se sitúan en la incitación al odio y nos conducen al pasado. 

jueves, 7 de septiembre de 2017

Elogio de la locura

Uno de los rasgos distintivos del procés secesionista catalán es su irracionalidad. A la chifladura se añade una arrogancia infinita que lleva a decidir sin contar con la mitad de la sociedad en algo tan serio como la secesión. ¿Cómo calificar a los miembros de cualquier comunidad que deciden sobre la vida de la otra mitad sin tener en cuenta su opinión siquiera? La máxima locura es convocar un referéndum sin mínima participación, en el que un puñado de síes, al ser más que los noes, daría la independencia.

Ahora bien, de todas las irracionalidades, los cálculos que hacen los independentistas de la situación tras el referéndum y una declaración unilateral de independencia son muy destacables. Por supuesto, dicen que vivirán mejor, y se preguntan cómo se pagarán las pensiones, qué pasará con los funcionarios, con los bienes públicos, y la situación internacional de la nueva entidad. Estas cuestiones son totalmente inútiles porque una hipotética Cataluña independiente tras una declaración unilateral de independencia estaría fuera de la Unión Europea, sería una entidad pobre, aislada, en conflicto con el resto de España, y tendría relaciones muy difíciles con el resto del mundo. Los indepes son muy sectarios, por lo que la población en desacuerdo con la independencia unilateral saldría de Cataluña por cientos de miles, dejando a ese nuevo país en la bancarrota. Esto no es un deseo ni una amenaza sino el escenario más probable, teniendo en cuenta la evolución de los hechos y la Historia. 

El Libro Blanco sobre la Transición Nacional publicado en 2014 planteaba dos posibles escenarios tras una independencia: la cooperación con el resto de España y un escenario de no cooperación, afirmando que este último sería muy problemático. Ahora, la aprobación por el Parlament de las lleis de referéndum y de transitorietat seguida de una declaración unilateral de independencia llevarían de cabeza al segundo escenario. Pero, ¿alguien entre los indepes se plantea las dificultades que surgirían de ese aislamiento de Cataluña independiente como paria internacional? La chifladura y la arrogancia de los indepes les hace descartar esta posibilidad, y les lleva a pensar que en ese futuro ideal el resto de España simplemente no cuenta, Europa y el mundo entero les haría la ola, y su nuevo país se tele-transportaría a algún lugar del norte de Europa, donde ellos merecen vivir, y donde ese resto de España tan molesto desaparece.

En 1511 Erasmo de Rotterdam escribió un 'Elogio de la locura' que criticaba los abusos de los clérigos y su desprecio de la razón. Las verdades reveladas eran dogmas y los oráculos de esos dogmas eran algunos iluminados intocables. Erasmo retrató a esos falsos vendedores de verdad y sembró el camino para que el pensamiento libre acabara con ellos. Locura, en su obra, también podía traducirse como estulticia o estupidez. Los chalados y obcecados producen estupor y daños, fracturan la sociedad, pero tal situación de dominio aparente no puede prolongarse por siempre. Los que cultivan el desvarío tienen los días contados porque, afortunadamente, en una sociedad abierta tarde o temprano termina por imponerse la razón.