martes, 18 de julio de 2017

El nuevo cemento

El Presidente Trump aprende rápido. Y es que no le queda más remedio. Dentro de Estados Unidos su popularidad sigue baja, las élites y la prensa le critican, y corre el riesgo de impeachment tras las elecciones mid-term previstas para noviembre de 2018. En el plano internacional, ya se ha dado cuenta que no puede seguir como elefante (logo de su partido) en cacharrería.

La visita a Paris el 14 de julio fue una muestra de nuevo entendimiento con Europa. Su participación en el G20 de Hamburgo tuvo el mismo efecto balsámico. En efecto, aprende rápido. La gente se fija mucho en los gestos personales, las fotos, el body language y observa que ahora hay mejor ambiente. Más importante que todo eso son los temas sobre los que se ponen de acuerdo los líderes. Estos pasan muchas veces desapercibidos, pero ¡pongan atención!

Macron ha conseguido interesar a Trump en el cambio climático y ha convocado otra conferencia en Paris para el 12 de diciembre. ¿Vendrá Trump? En el G20, Trump mostró su desacuerdo sobre este asunto pero su acuerdo sobre muchas otras cosas. En esa misma ocasión, pactó con Putin un alto el fuego en el sur de Siria. Bienvenido sea y ojalá se cumpla! Y en abril, con el Presidente de China en el idílico Mar a Lago, rebajó sus críticas al gigante asiático y se tejió un acuerdo para presionar a Corea del Norte. El muro con México (un trozo si, un trozo no) se ha convertido en un proyecto publicitario.


En un artículo que publiqué en marzo en El País dije que tanto Occidente como la comunidad internacional se mostraban dispersos porque no había ni enemigos comunes, niobjetivos comunes. Al final de ese texto dije que solamente los objetivos globales, como el medio ambiente o la resolución de crisis, podían ser el nuevo cemento que uniera a los países en un contexto global. Los objetivos individuales de los Estados o meramente regionales ya no son suficientes. Los agoreros de las guerras parece que se felicitan cuando hay desacuerdos y tensiones. Y la verdad últimamente no han faltado. Pero ahora se ve algo de luz a la salida del túnel. ¿Será la nueva constelación de líderes mundiales, con Macron y Merkel a la cabeza, capaz de definir unos objetivos globales?

martes, 4 de julio de 2017

Cataluña y la secesión en Estados Unidos

Uno de los aspectos más terribles del proceso soberanista es la ligereza con la que trata la Constitución. Por supuesto, ni la autodeterminación ni la secesión son posibles en nuestra Ley Fundamental. Frente a esta evidencia, los soberanistas simplemente la ponen de lado, como si no tuviera validez, dando por terminada su vigencia.

Esto refleja una ignorancia tremenda. Las constituciones de los Estados democráticos son algo muy serio. Los argumentos que emplean los soberanistas son torpes: la Constitución de 1978 no fue votada por los más jóvenes – dicen –, fue un pacto tras el franquismo, no refleja la realidad actual. En Alemania, Estados Unidos o Italia, las constituciones tampoco permiten la secesión, y a nadie se le ocurre desahuciarlas con tales argumentos.

Las constituciones democráticas contienen un acuerdo politico de largo alcance traducido en normas fundamentales de convivencia. Ignorarlas supone volver a etapas de caos y enfrentamiento. La Constitución de 1978 ha sido aplicada y desarrollada desde entonces de manera exitosa. Cada elección europea, nacional, y en los distintos territorios ha sido una aceptación de su validez por todos. Ha permitido la descentralización, el progreso del Estado y la sociedad, y nuestra integración en Europa y en la globalización.

En los tres países citados ha habido movimientos independentistas aplacados por sus respectivas constituciones, y nadie pone en juego la validez de esas normas. En Estados Unidos, cuando el Presidente Lincoln fue elegido, seis Estados habían declarado la secesión. En su primer discurso de investidura en 1861, Lincoln dijo: “Plainly the central idea of secession is the essence of anarchy. A majority held in restraint by constitutional checks and limitations, and always changing easily with deliberate changes of popular opinions and sentiments, is the only true sovereign of a free people. Whoever rejects it does of necessity fly to anarchy or to despotism.” Desde el 4 de julio de 1776 hasta esa fecha habían transcurrido solo 85 años, y el territorio había cambiado. A pesar de su juventud, Estados Unidos luchó una guerra civil entre 1861 y 1865 para mantener la unidad del país y evitar la secesión. Recientemente, diversos casos judiciales han demostrado que la Constitución no permite ejercer ni un referéndum ni la libre determinación en Estados federados como Alaska, California o Texas. ¿No saben ver los soberanistas ninguna enseñanza en el caso de Estados Unidos?

En enero de 2017 la Corte Constitucional de Alemania decidió que en el Estado de Baviera no podía realizarse un referéndum de autodeterminación porque la Constitución no lo permite. ¿Es un problema que la Ley Fundamental de Bonn fuese redactada en 1949? Igualmente en Italia el Gobierno y el Tribunal Constitucional han dejado claro que la autodeterminación de Veneto no es posible, según la Constitución. Tras ser independiente, Venecia se unió a Italia en 1866. Existe una importante demanda social en la región de Veneto. ¿Hace todo esto menos válida la actual Constitución de Italia?

Mantener que nuestra Constitución es menos digna de respeto que otras, como hacen los soberanistas catalanes, es una irresponsabilidad. Al hacer esto, ignoran la historia y el derecho, y se ponen fuera de la ley.