jueves, 7 de marzo de 2013

Ciencia y politica

Una noticia curiosa que nos saca del ambiente de crisis y corrupción que sirve la prensa cotidiana es que se ha medido con precisión la distancia entre nuestra galaxia y otra cercana, la Gran Nube de Magallanes. La medida es 162.902 años luz, con una precisión del 2,2%, mejor del 5% de error que teníamos hasta la actualidad. La Gran Nube de Magallanes está bastante lejos. Pensemos que la luna está a un segundo/luz de la tierra y el sol a ocho segundos/luz, mientras que esta galaxia cercana se halla a 162.902 años luz. Pero la misma galaxia se encuentra en un Grupo Local, al que pertenece también la Vía Lactea, donde damos vueltas nosotros con el sol, y este grupo engloba varias galaxias que están hasta unos seis millones de años luz de la tierra. Mas allá, a diez millones de años luz y siga usted contando, se encuentran otros grupos de galaxias. Mirando hacia el interior de la nuestra, la Vía Lactea, sabemos que contiene unos 300.000 millones de estrellas (cifra aproximada) y las otras galaxias, más grandes y pequeñas, están en números similares. Por el momento, no hemos detectado vida en ninguna otra parte del universo. Además, en el caso de que hubiera vida a más de 160.000 años luz, ¿qué relevancia tendría para nosotros?

Estas cifras acentúan la pequeñez de la especie humana y de nuestro planeta, y todavía no hemos terminado de comprender bien el significado de esas dimensiones, ni su impacto sobre nuestra forma de pensar y organizar el mundo. Parece como si esa realidad del universo no contara en nuestra vorágine inconsciente de cada día.

La relaciones entre ciencia, política y religión han sido ya comentadas en este blog. Y algunos se preguntan: ¿qué tienen que ver estas cuestiones tan “científicas” con los asuntos centrales tratados aquí, como las relaciones internacionales y los grandes debates políticos que miran al futuro? La verdad es que tienen mucho que ver … si se hace una interpretación correcta de los estudios globales. El destino de la humanidad ha estado siempre ligado a las ideas religiosas y filosóficas que fundamentan la política. Y estas ideas se basaban en una comprensión equivocada del universo y la creación. Los grandes pensadores clásicos reflexionaron sobre la naturaleza del hombre y la sociedad dando por supuesto que el hombre era el gran señor del universo, como daban a entender tanto el Génesis, como la cosmogonía y la mitología griegas. Ese presupuesto debe ser abandonado a partir de nuestros conocimientos científicos, pero no sabemos hacer ese cambio fundamental de conceptos.
En la actualidad se ha producido una escisión entre la ciencia política y la ciencia experimental, que va más allá de la conocida distinción de C.P. Snow entre los dos mundos científicos. Mientras que los pensadores y los activistas políticos siguen anclados en ideas antiguas, la ciencia experimental enseña asombrosos descubrimientos que deberían alterar nuestra forma de hacer política dentro de los estados y en las relaciones internacionales. Del mismo modo, tampoco hemos sabido explicar al público en general la transcendencia de las nuevas lecciones físicas, químicas y biológicas que deberían fundamentar una nueva actitud sobre la persona humana y sobre la sociedad. 

La única forma de explicar estos avances a la gente será a través de un lenguaje religioso y transcendental que, sin embargo, todavía no ha aparecido en el horizonte. El hombre-animal, inconsciente, sigue destruyendo esta especie única en el universo y el milagro de la vida en su conjunto, sin levantar su mirada a las estrellas. ¿Qué podemos hacer para que despierte una nueva consciencia global?